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CORTITOS Y AL PIE Los cuentitos del cesto
Castigo Ya no me la vuelvo a fifar. Ya no me la vuelvo a fifar. Ya no me la vuelvo a fifar. Discúlpenme todos. Ya sé que a nadie le interesa esto. Pero me fui a confesar. Y ésta es mi penitencia. Perdóname Dios mío. Y bueno... El domingo voy a misa otra vez y listo....
La novela Cada vez que se sentaba a escribir su gran novela, le brotaba un cuentito gracioso. Cansado ya de que su ciclópea disposición alumbrara tan menguados textos, convocó a sus musas para exigirles: -Me ofrecen sólo fragmentos de literatura. ¡Yo quiero más!-, dijo. Y no entendiendo aquellas a qué se refería, le dejaron varios miles de adjetivos que siempre les sobraban.
Mercadotecnia Después del escándalo de los gatitos-bonsai, el autor de tan original negocio decidió envasar hienas. Embotelló ejemplares adultos en garrafones de veinte litros, sin embargo, el tamaño encarecía el producto y no podía almacenar más de una docena. La bonanza vino con las botellas de vino y las especiales. Las hubo con forma de gato, de perro, de hiena y, finalmente, lanzó las antropomorfas. Los problemas comenzaron cuando un comprador quisquilloso devolvió una: el animal envasado no reía. La noticia se difundió y un alud de inconformes exigió la risa o el reembolso del dinero. De nada le sirvió ofrecer hienas-bonsai en forma de cetáceo ni el ingenioso promocional: “La botella va llena, en la ballena: va hiena”. Amenazado por la bancarrota y una nueva demanda de la sociedad protectora de animales, el empresario ofreció las risas por separado en frascos miniatura. La última hiena-bonsai fue subastada. Clientes y ecologistas quedaron satisfechos. El negocio diversificó su oferta a toda clase de sonidos: sollozos, gritos coléricos, aullidos, gemidos, aplausos, ventosidades y cuanto fenómeno acústico pueda usted imaginar. Éste relato, por ejemplo, es una ficción-bonsai, producto de lo más vendido. Para cuentos clásicos breves, escriba en Google Los Girasoles o busque contactarse con Germán Delgado.
Atrasado Llegaba con retraso a todos lados. A tal grado que cuando murió lo vieron presentarse a su funeral cuando éste ya casi finalizaba, y como el féretro ya estaba tres metros bajo tierra, lo desenterraron para poder meterlo a él.
Sueños Ayer soñé que me soñabas. Desperté y estabas allí, durmiendo, soñando probablemente conmigo. Me dormí contento de saber que me soñabas. Luego tú despertaste y me despertaste a mí: me dijiste que habías soñado que te soñaba y que luego, contenta, te volviste a dormir sabiendo que yo debería estar soñándote. Luego nos dormimos los dos para siempre,
temerosos de que todo hubiese sido un sueño.
Gramática Colocar los acentos correctamente en un texto no es algo que esté al alcance de cualquier mortal. Algo tan insignificante como un acento (apenas un minúsculo trazo ladeado) puede destrozar el más poético de los textos. Conviene, pues, prestarles atención. Para ello, propongo aquí dos métodos que nos ayuden a lidiar con ellos: MÉTODO A (o método del lanzamiento) Escriba un texto cualquiera (tanto vale una carta de amor cursi a su amada/o que una frívola historia). Tome al azar varios acentos del tarro de los acentos (¿Qué no tiene un tarro con acentos? ¿Pero qué clase de escritor es usted?), cierre los ojos y láncelo sobre el texto. El acento, por tendencia natural, rechaza las consonantes, así que terminará incrustado sobre alguna vocal. Por lo general, acabará aterrizando sobre la E, que es la que tiene mejor pista de aterrizaje (la A y la I tienen demasiado pico, la O resbala y la U lleva un agujero que impone cierto respeto). Total, que tendrá como resultado un texto con acentos exclusivamente sobre la E. Será de difícil comprensión, ciertamente, pero puede usted advertir que es un escritor vanguardista, con lo cual los lectores le perdonarán su excentricismo. MÉTODO B (O método racional) Escriba el texto, introdúzcalo en el Word de su PC, pulse Herramientas y después Ortografía. El texto le saldrá inmaculado, como recién salido de fábrica, y quedará usted como un perfecto erudito de las letras. No obstante, perderá naturalidad, eso seguro. Pérsonalmente, soy partidario dél primér metódo.
Dinero Si hubiera tenido una pistola me habría pegado un tiro en la boca, pero solo tenía dinero. Me compré un par de botellas de champagne francés. Y alegremente, me olvidé por que quería matarme.
Declarantes Ambos parecían decir la verdad, sus coartadas encajaban a la perfección; pero alguno de los dos mentía. En medio de las cavilaciones del jurado, el que no engañaba se levantó y se fingió cojo. Lo culparon: el otro iba en silla de ruedas.
Refrán “A río revuelto ganancia de pescadores”, piensa el pez... Después, todo sucede demasiado deprisa. Desde su posición –permanece sobre la arena, levemente ladeado-, apenas divisa dos pares de piernas humanas que entran y salen de su campo visual, el mango de una caña de pescar, un paquete arrugado de cigarrillos, un radio portátil y una botella de Quilmes. El sol reseca poco a poco sus escamas. Al rato, tras dos eternos minutos, la finísima capa de salitre que cubre sus desorbitados ojos se solidifica sobre la retina y al momento pierde la visión. Ahora, en la oscuridad, las notas lejanas y confusas que salen de la radio se muestran majestuosas: Si tuviese algún concepto de cultura musical, habría advertido al momento que aquello que suena a lo lejos es el “Polaco” Goyeneche cantando “Como dos extraños”. Pero los peces bastante tienen con nadar contra corriente. Después, poco más: el olor a asado, el eco de platos y cubiertos, un instante de infinita placidez, silencio... Y luego nada. A lo lejos, alguien dice que hoy ha sido un gran día de pesca.
Esclavos Los monos de cola blanca, albina dirían ellos, eran los únicos que dominaban el arte de trepar a las palmeras. Solo ellos conocían las complicadas reglas, los secretos algoritmos, y los movimientos cuasi ortográficos de la artística ascensión. Abastecían, con regularidad eso sí, las necesidades cocoteras del resto de la comunidad formada en su mayor parte de monos comunes de cola marrón común. Cuentan que un día, aciago o no, un día como no podía ser de otra manera, un mono vulgus vulgaris osó saltarse las reglas y trepar, con más pena que gloría, a la palmera. Con una trabajosa ascensión primeriza, carente de gracia y arte, alcanzó los alimentos. Magullado y con sonrisa blanca, que no albina, descendió y ofreció, generoso, los cocos. Los monos de cola blanca le miraron con un desdén fingido que tal vez ocultaba un miedo sólo por ellos comprensible. Los monos de cola marrón, sin embargo, se limitaron a apedrearle hasta la muerte.
Sinceridad ¡Todo lo que soy —gritó la modelo mientras agradecía los aplausos— se lo debo a mi vello público!
Semántica Al caer la noche, una potente luz envolvió de súbito al grupo de fieles que se encontraba orando en el templo; perplejos y extasiados gritaban alabanzas y llantos de jubilo, mientras ascendían lentamente hasta perderse entre las nubes sombrías. La noticia del milagro cundió velozmente, y semanas más tarde los caminos se atiborraron de peregrinantes guiados por luminosos carteles que anunciaban la llegada a “La nueva Iglesia de los Santos Ascendidos”. En la inmensidad del infinito alguien ríe con tono de burla y piensa: tontos terrícolas, se dice abducidos, no ascendidos.
Amorío El ángel y la mulita se amaron toda la noche.
El exceso de alcohol ahogó en sus espíritus todo prejuicio sexual, y
sucumbieron indefensos ante la avalancha de deseos que se
precipitaba en sus cuerpos; alas y caparazón quedaron en la
alfombra, y los gemidos de placer ácido — casi doloroso — se
sofocaban en la almohada mientras sus incompatibles genitales
recorrían caminos prohibidos.
Realismo La diva quedó pasmada, la vergüenza le tiñó la cara, el párpado izquierdo le comenzó a temblar sin control al mismo tiempo que los ojos se le humedecieron. Llevó el dorso de la mano derecha a la frente arrugada en el comienzo de una convulsión. El cuerpo cayó convincente como un trapo sin vida. Luego, todo quedó en silencio, el público buscando entre sí una señal de que la Obra había terminado. Un quejido confuso atrajo la mirada de nuevo al escenario y comenzó la ovación, todos aplaudieron de pie durante dos minutos. La actriz seguía tendida cuando los “¡Bravo!” se generalizaron. La entrada de los paramédicos fue el colmo del éxtasis. Miles de manos enrojecidas aplaudieron hasta el cansancio. Por tres veces el telón se volvió a abrir. Entre los murmullos de la gente abandonando el teatro, amortiguada, la ambulancia se pudo escuchar y algunos volvieron a aplaudir.
Apocalipsis Cuando por fin llegó el día del Apocalipsis, me faltaban diez páginas para acabar la novela que estaba leyendo y saber quién era el asesino. Creo que todo fue muy rápido. Cuando sonaron las trompetas que llamaban a juicio, me faltaban ocho páginas. Cuando reunieron a los elegidos para ascender a los cielos, me faltaban seis páginas. Ya sólo estaba a tres páginas del final cuando precipitaron al infierno a los pecadores. Al llegar a la última página y cerrar el libro, me di cuenta de que todo había sido arrasado. No sé si me llamaron, la verdad. Seguramente me convocaron para ir a un sitio u otro y no me di cuenta. Y después se olvidaron de mí, con tanto despelote. Ahora me paseo entre las ruinas humeantes, por la tierra hecha cenizas, entre los escombros del mundo, y no puedo evitar la sensación de haberme perdido algo grande por culpa de una novela. Encima, el asesino era el mayordomo. Cita En silencio, jóvenes, viejos y viejas, puntualmente se encontraban en aquel claro del bosque. Esperaban pacientemente que llegara la hora exacta. Y entonces, como desde hacía muchos años, veían, exactamente apenas un milésimo de segundo después de las 00.00, el paso de un día a otro
Vuelo -¿Sabés? Yo podría arrojarme desde esta ventana. Se lo dije sin presunción, lo más seriamente que pude, sin que por un sólo instante dejaran mis ojos de calcular la distancia entre el pavimento y nuestra habitación en el quinto piso del hotel Reencuentro. -Estás borracho. Respondió la mujer desnuda y de voz nasal que jugaba sobre la cama con el control remoto del televisor. -Tenés razón -reconocí sin amedrentarme-, pero eso no sería ningún impedimento para mí, puedo beber aún más y seguir siendo capaz de hacer un par de cosas que te dejarían muda, mujer, no conoces a los de mi tipo. Para demostrárselo me impulsé con ambas manos en el marco de la ventana, y de un brinco me encontré en cuclillas sobre él, mirando hacia la calle. -¿¡Lo ves!? -Estás desnudo. Me pareció inconcebible que pudiese ser tan ordinaria y prestar atención a detalles tan vulgares como la embriaguez o la falta de prendas, como si alguna de esas pequeñeces pudiera comparase con la infinita grandeza de una ventana y el increíble hecho de que allí donde hay una, hay también la posibilidad de mirar, saltar, arrojarse desde ella hacia el mundo, comunicarse con lo que está allá afuera. ¡Por supuesto que estaba desnudo! Pero tampoco eso era un obstáculo para mí, por el contrario, se ajustaba a mi idea y preferencias personales (ya se sabe, siempre el amor a las metáforas) de arrojarme al mundo. Si tenía que hacerlo, me repetía una y otra vez, debía ser en cueros, de ninguna otra manera. Así que comuniqué mi opinión a esa mujer, sentándome con las piernas colgando hacia afuera, dejando que el viento acariciase en mil prometedoras sensaciones mi piel. -¿Qué pensás ahora de esto?, pregunté retador, sin embargo sólo me llegaron como respuesta las simplonas risas de la mujer, mal silenciadas por el ruido deforme del televisor. Fue demasiado, soportar una insolencia más hubiera sido degradante, y sin dudarlo, como había prometido, me arrojé desde la ventana. Mis alas se desentumieron al instante, recuperando su color original. Supongo que no hace falta añadir que desde entonces, desilusionado, sin importar que tan fuerte sea la tentación, no he vuelto a relacionarme con seres humanos, es obvio que no tenemos mucho en común
Todo es amor Fuiste amor de cabaré, así nomás. Por más que intente atribuirte virtudes y gracias... fuiste amor de cabaré. Con devoción y total entrega me fundí en tus forzados cabellos rubios. Bebí las mieles de un erotismo casi puro, te mantuve entre mis brazos el tiempo que duró un bolero, fuiste amor de cabaré. En un saloncito oscuro, lleno de ganas e imposibilidades, ojos inocentes, miradas de lascivia; entre el humo del tabaco, el aroma de los besos pagados, el licor adulterado, fuiste amor de cabaré. Ahí, donde la pasión y el amor tienen precio, en donde febril y lacerante llegaste a mi vida (un instante), ahí, en donde doscientos pesos te hicieron mía, una vez... fuiste amor de cabaré. En obligada jornada laboral me sorprendo ahora, viajando de Gesell a Madariaga, de tus piernas a mi billetera; de una mesa de plástico a un colchón mullido. Tu recuerdo me ensordece y alimenta el anhelo de estar en tus brazos. Llego a casa y encierro el pudor, el cansancio y parte de mis magros ingresos, hasta este momento todo es color arco iris. Antes de ir, pasaré por la capilla y pediré un deseo: encontrarte ahí, bailando entre luces, esperando ansiosa mí anunciada llegada. Ha sido un acierto avisar de mi vista, así serás solamente mía, así encontraré tus piernas más lisas que ayer; así en esa transitada habitación sentiré solo tu perfume. Nos fugaremos en loca huida, retaremos al destino con mis ochocientos pesos, tendremos una noche desenfrenada, nos amaremos a la luz de la luna y esperaremos juntos el amanecer deseando no amanezca. Hoy te compuse un tango, hoy supe de dónde han salido tantos, hoy comprendo esos poetas y su sentido del dolor. Hoy serás, una vez más, un amor de cabaré.
Antes La soledad se llena de silencios, de voces prendidas al olvido; de sueños perdidos en el circunstancial devenir de una vida estéril y sin rumbo. Cuántas noches insomnes en el hastío de las mismas madrugadas. El tiempo se esfuma entre los dedos como arena que quiere ser aprisionada. Yo, simplemente observo, callando. Quiero gritar pero mi voz se vuelve susurro, se cuelga del viento, se queda en el intento... Deseo sumergirme en el no ser, dormir para siempre aprisionando si puedo, los momentos que han quedado distantes; cuando aún la primavera sonreía, los suspiros se tornaban mariposas y el amor llenaba los vacíos.
Compañías Me gusta estar con mis otros yo, si estoy triste viene mi yo chistoso y me cuenta un cuento, si tengo ganas de bailar viene mi yo festivo y baila conmigo, cuando las cosas no salen como yo quisiera vienen mis yo de la esperanza, la fe y paciencia, y cuando la guerra, el hambre, la injusticia, impotencia e ira se apoderan de mí viene mi yo de la paz espiritual para calmarme. ¡Por eso me gusta estar conmigo!
Fin Se quedó como hipnotizado ante su computadora. La gráfica que le mostraba el estado de sus negocios apuntaba hacia el suelo, como la estela de un rayo. Al cabo de unos minutos, su vista fue pasando, en alternancia, desde el vidrio del aparato al portarretrato colocado sobre la mesa; su mujer y sus dos hijas le sonreían desde el papel fotográfico. Con rostro lívido, sus manos temblorosas sacaron de la gaveta una pistola. Cerró los ojos y apuntó con cuidado. El disparo hizo añicos el monitor de la PC.
Existencia No fue buen hijo, padre menos, pésimo esposo y terrible criminal, ni fue buen reo, ni fue también buen enfermo mental, ni siquiera pudo matarse, nunca pudo estar a la altura de sus semejantes y por ello se cuestiona si existió de verdad.
Órgano -¿Dónde estás corazón?- gritó y cayó muerto...
Vocación Siempre supo que tenia talento de escritor, así le diera pereza poner acentos en sus escritos. El problema yacía en que un día se dio cuenta que todo gran artista había sacado su ultima verdad del sufrimiento, del instinto ultimo, mientras que el, nacido en familia acomodada, siempre lo había tenido todo, desde una familia unida, hasta una educación impecable en las universidades del norte. Aburrido de tanta falsedad, de la ignorancia que lo circundaba, echo todo por la borda, y empezó a sufrir, a sentir el hambre por primera vez en su vida, a rebuscarse las formas de pagar su cuarto, a desatarse poco a poco de aquel mundo exterior. Y tal como lo esperaba, quizás porque ya no le quedaban energías para hacer nada mas, empezó a escribir, de lo que fuera, empezó a poner en el papel todo aquello que le viniera a la cabeza, y un día, supo que había concluido lo que seria su obra maestra, lo mejor que iba a llegar a escribir. La nota en el diario local del día siguiente simplemente reporto la muerte de un estudiante por inanición. Desgraciadamente, el cursor titilando en el punto final en la pantalla de la computadora no le llamó la atención a nadie, y cuando cortaron la luz, su obra paso con el a la posteridad.
......... Se le habían encallado las palabras en algún pliegue extraño del cerebro. Quisiera hacer fluir historias en las que poder dotar de pasado y familia a cada personaje creado, y construir su personalidad ficticia en cientos de páginas perfectas donde las vidas, las mentiras y los deseos se cruzasen y entrecruzasen. Pero no se sentía capaz de asomarse a ese vértigo, y por eso escribía unos cuentitos estúpidos y aun así notaba que las tontas ideas tardaban en llegar, como si no quisieran ser encerradas en tan pocas palabras, igual que los pájaros que mueren de pena en jaulas tan pequeñas.
Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON... Un historia dormida de Eduardo Minervino
Tengo un problema. La mayoría de la gente sufre de insomnio en algún momento de su vida, sobre todo por la tensión que experimenta día con día en el trabajo, en la calle y en el hogar. A mí me pasa al revés: duermo demasiado y desde el momento en que me acuesto hasta que suena el despertador no dejo de soñar. Van ustedes a decirme que todos soñamos y que la única diferencia es que no todos recordamos siempre que soñamos y mucho menos lo que soñamos. Sí, lo sé. Pero lo que realmente me preocupa en mi caso es que a mis sueños les da por irse de vacaciones a la playa. Y no a cualquier playa, a Villa Gesell. Sí, como lo escucharon y por favor no me vean de esa manera porque me inhiben y necesito desahogarme con alguien. Dicen que el peso de nuestras tribulaciones es menor si se comparte entre varios. ¿Por qué tuvo que ceder mi madre ante la presión de Enrique Peruggini, el encargado del Registro Civil Germania? Mi destino era ser Erick, pero el tipo comentó: "Yo ni en sueños anoto niños con nombres extranjeros. ¿Erick? ¡Por favor, ni que fuera vikingo!". Y un nuevo Jorge Eduardo salió esa mañana de la oficina pública y el domingo siguiente recibió los óleos bautismales. Tal vez se pregunten qué hay de malo con ese nombre y qué tiene que ver con mis sueños playeros. En principio nada; excepto que, al enterarse de mi pequeño problema, mis amigos comenzaron a llamarme "Eduardo El Soñador" y, cada vez que me despido de ellos, no pueden dejar de tararear "Juan Pestañas". Sí, así es, la canción de Cri-Cri, el famoso y para mi cada vez más odioso "grillito cantor". Peor que estos apodos es que comenten con otras personas que tengo "sueños húmedos", porque la gente es muy mal pensada y nunca deduce que mis sueños se humedecen por las condiciones meteorológicas propias de Villa Gesell; en vez de ello, las personas asumen que el tal Jorge Eduardo es un erotómano incapaz de cambiar la ficción por una pareja de carne y hueso. No recuerdo cuándo ni cómo decidieron mis sueños irse a Villa Gesell Tampoco sé porqué eligieron ese destino en especial y cómo no se cansan de vagar por las calles de esa ciudad, pero desde entonces han organizado múltiples actividades: desde simples caminatas por la playa hasta recorridos culturales por sus galerías, e incluso congresos y reuniones anuales donde intercambian experiencias. Últimamente algunos sueños se han manifestado en contra de la globalización y en sus pancartas se lee: "Rechazamos la imposición de las políticas económicas del Banco Onírico Mundial", "Sí al libre tránsito de sueños". Por culpa de tan agitados sueños, cuando duermo me es imposible descansar. Al despertar me siento como si en realidad hubiese acompañado a cada uno de mis sueños en sus actividades vacacionales y todo el día estoy cansado. He estado a punto de perder mi trabajo porque no puedo concentrarme y sé que una siesta lo único que hará es empeorar las cosas. He intentado decirles a mis sueños que es hora de volver a trabajar, que la vida no es una fiesta y que sus vacaciones ya duraron demasiado. Mi sueño más rebelde de inmediato me respondió que mis problemas no le quitaban el sueño. Estúpidos sueños: no se dan cuenta de que son unos parásitos que viven gracias a mí. A diferencia de otros bichos, que no te matan porque eso conllevaría su suicidio, piensan que mi muerte será un sueño eterno, vacaciones sin fin para todos mis sueños. Como dialogar no ha servido de nada, he recurrido a un gran número de especialistas de los más diversos campos, con resultados nulos. Como dijo el Dr. H, director del Instituto Argentino de Estudios sobre Trastornos del Sueño: "En realidad, nadie sabe con certeza porqué soñamos". Que me perdonen los científicos, pero yo sí lo sé: sueño porque mis sueños no pueden dejar pasar una noche sin bailar en las discos de Villa Gesell. Que me perdone Freud: mi problema no está en mi subconsciente, sino en que mis sueños son unos inconscientes. Y perdónenme ustedes, pues mi sueño dorado es que se ahogue en el mar alguno de ellos, de preferencia un sueño pequeñito, para que los demás entren en razón, terminen su joda total y mi vida sea más real, encuentre el amor de carne y hueso y entonces, rebauticemos el lugar como Playa de los Milagros. ¿Que si tengo pesadillas? A decir verdad, sólo una. Es una pesadilla recurrente que no puedo dejar de soñar y comienza así: Tengo un problema. La mayoría de la gente sufre de insomnio en algún momento de su vida, sobre todo por la tensión que...
Cirujano Recuerdo aún la lagartija que se me metió por la botamanga del pantalón y subió por mi pierna con una agilidad que me erizó los pelos. Lancé un grito desesperado y, dándole un fuerte golpe la aplasté contra mi muslo. Sacudí el pantalón, suponiéndola muerta o herida, pero lo único que cayó al suelo fue un pedazo de su cola. El cuerpo de la lagartija desapareció misteriosamente. No supe dónde se metió, hasta que empezó a salirme una mancha verdosa a la altura de la entrepierna, justo allí donde la piel se levantó en forma de una pequeña salamandra, el cuerpo alargado, la cabeza puntiaguda y las patas extendidas a los costados. Aunque a primera vista parecía un tatuaje chino, me causó una angustia del tamaño de la muerte. Con el transcurso del tiempo, aquella parte del muslo adquirió una tonalidad negruzca y la piel se me puso hinchó. Lo peor era que la lagartija parecía moverse debajo de mi piel como si estuviese viva. No sentía dolor ni escozor, pero experimentaba una sensación sólo conocida por quienes tienen un reptil metido en el cuerpo. Guardé celosamente este secreto, hasta que un día, sobrecogido por el miedo a que la lagartija se me metiera en alguna concavidad oscura, decidí consultar con un zoólogo, quien, sin salir de su asombro, me aconsejó visitar a un médico cirujano, para que me extrajera la lagartija y me injertara otra piel sobre la herida. Así lo hice. El cirujano, muy extrañado por el caso, me operó el muslo injertándome otra piel que, por un error irreversible, resultó ser la piel de otro reptil más escamoso y venenoso. Desde entonces, en lugar de la lagartija, cargo una serpiente enroscada entre las piernas. |
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