Las proctólogas de la política

EL DEDO JUSTO AHÍ

Hay un chiste. Tiene que ver con los pobrecitos traseros hollados por los H de P, que sin remordimientos, te lo rompen en beneficio propio. Un proctólogo, según se sabe, es un médico que suele tener un trato irremediablemente directo, acaso íntimo, con el, por decirlo con suavidad, ano de su paciente. En suma, le mete el dedo en el culo. El proctólogo del chiste (por celo profesional, por inseguridad o de puro bruto nomás) le ponía dos. El chiste, entonces, se cuenta así: “Era un proctólogo que en lugar de un dedo en el culo te ponía dos. Porque quería tener una segunda opinión”. Pensé mucho en este chiste cuando leí que Margarita presentaba su libro, presuntuosamente titulado “Yo acuso” como la magna pieza literaria de Emile Zola con Macri y Massa ¡La puta que lo parió! ¿No es demasiado? Imagino a la señora Stolbizer, la que cambió militancia por favores mediáticos con sus frases de intelectual, pontificando, jugándola de estadista, contando a seguidores con fidelidad canina, el valor de tal distinción.  Era (casi) el único dedo en el culo que nos faltaba.

Ya no nos falta. Ya nos lo metieron antes, Magnetto y Mitre, tipos realmente muy perversos. Socios de los militares asesinos. Cómplices de los apropiadores. Instigadores de asesinatos y revueltas populares.  Dos dedos bien metidos donde ya hemos dicho, donde ya sabemos, donde ya – trágicamente - casi nos hemos acostumbrado y resignado a que nos los metan. Porque pareciera que las cosas son así: los medios del monopolio y sus aliados,  se han transformado en proctólogos y nosotros en culos injuriados. ¿Qué se puede hacer? En principio, correrse un poco. O sea, apartar el culo. O sea, apartarse de Clarín y La Nación, por que ellos hace tiempo que se han apartado de nosotros, hace tiempo que han privatizado la política. Hace mucho que mienten descaradamente.  .Por ejemplo. El señor Magnetto y el señor Mitre  se han reunido. ¿Qué sabemos de esa reunión? Nada. O sólo aquello que ellos dirán. Sólo aquello que ellos querrán que sepamos. Y es lo único que habremos de saber, ya que la reunión ha sido privada. Porque así es la esta historia: la planifican  en el ámbito privado. De esta manera, ha privatizado la política. Esta “privatización” de la política es la negación de la verdadera democracia. Voy a recurrir a un notable texto del filósofo Germán Delgado, quien, pese a no utilizar conceptos como el de “dedo en el culo”, es casi tan serio como yo. A propósito de la “privatización de la política”, dice Delgado: “Una de las muchas razones por las que resulta irrisorio hablar de ‘democracia’ en las sociedades occidentales de hoy es que en ellas la esfera ‘pública’ es en realidad privada (...). Y lo es en primer lugar porque las decisiones importantes se toman a puerta cerrada, en los pasillos o en los lugares de encuentro de los gobernantes y de sus socios en los negocios. La “privatización de la política” ha transformado a la clase política hijos, nietos o choznos de la oligarquía mediática. La clase política ya no ‘representa’ al pueblo sino a aquellos a los que los medios le indican que deben representar. ¿Cómo no habría de resolver sus cuestiones en la privacidad de los salones del poder? Así, privatizándose, los políticos se “privan” del pueblo, o “privan” al pueblo de los políticos, traicionándolo, porque habían llegado al poder por la voluntad electoral del pueblo y para representarlo. “Privatizarse del pueblo” significa entregarse al poder económico. En verdad, esta clase política “privatizada” representa ahora no al pueblo sino al poder económico ante el pueblo. O sea, son parte del antipueblo.

El drama de estos días, no obstante, está en otra parte. Porque ya sabemos esas cosas: que la política se ha privatizado deviniendo obsecuentes oligarquía mediática y negando el sentido profundo de la democracia. Ya sabemos, siguiendo con Germán Delgado, que ellos pretenden que la democracia pase de ser el “gobierno del pueblo” a ser el “gobierno de los medios”. Lo sorprendente es la apatía, la paciencia infinita, el conformismo casi fatalista del “pueblo”. De una parte del pueblo. Porque nosotros no somos “nosotros”, no somos “los argentinos”. Por decirlo claramente: no existen “los argentinos”. Cuando yo escribo “nosotros”, no me refiero a “los argentinos” sino a las víctimas del poder económico-político que nos domina. Porque una cosa es el argentino que pone el dedo, y otra el argentino que pone el culo. Existe una sociedad tramada por conflictos dramáticos, cercanos ya a la violencia desesperada. Existen barrios privados y villas hambrientas, countries y mendigos, intelectuales e ignorantes endémicos condenados desde el inicio, políticos privatistas, oligarquizados, y una clase media absorta, vejada, que mira la reunión “cumbre” de los conspiradores mediáticos y sus adalides, hoy Carrió y Stolbizer. Que una es un dedo y otra el otro; la primera y la segunda opinión. Lo alarmante – a esta altura de los acontecimientos – es que los argentinos que no ocupan cargos políticos, sigan en la apatía.

O peor: que proteste contra los que protestan. Porque el “argentimedio” se enoja con la protesta. Le estorba la protesta. “Otra vez cortaron esta calle”, ésta es su protesta. “El centro es un despelote” (protesta).”Tomaron un parque”. “Los bolitas nos invadieron”. “Otra vez esos negros de mierda piden cosas” “Están los sindicatos. O están los maestros. O están los jubilados. O están los estudiantes”, quienes, recordemos, “tienen que estudiar y dejarse de joder”. Esta es la protesta del “argentimedio”: protesta contra los que protestan contra un modelo que fatalmente habrá de devorarlo a él con tanta impiedad como ya devoró al desocupado de la villa, al mendigo a quien le niega una moneda o se la entrega con desdén. “Jamás voy a ser como ése.” Vea, empiece a mirarlo mejor: acaso ése sea su rostro del futuro. Ya tiene “dos” opiniones, ¿cuántas más necesita?
¿Se puede hacer algo? Por supuesto. Hay numerosas formas de lucha, además del paro y los piquetes: la desobediencia civil, el boicot, el amparo judicial, el acoso a diputados y senadores, desde la entrevista personal hasta el correo electrónico, los graffiti, la agitación ‘relámpago’, la procesión religiosa, la fiesta popular. Y se pueden inventar más. Y si no, si no se hace nada, si se acepta la primera, la segunda, la tercera y todas las otras opiniones, todos, por decirlo claro, los dedos en el culo de los proctólogos dueños de los medios, entonces habrá que reflexionar sobre una frase despiadada que Andrés Rivera, pone en boca de Juan Manuel de Rosas: “Demoré una vida en reconocer la más simple y pura de las verdades patrióticas: quien gobierne podrá contar, siempre, con la cobardía incondicional de los argentinos”.

 

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