La historia continúa, aunque sea otra POEMAS SIN DUEÑA
Poesía
Recuerdo cada cita que no tuve, Imaginen a un hombre frente al teclado. No se decide a pulsar la m, a poner música, o levantarse a ver pasar la vida, o telefonear a alguien que no haga preguntas. Alguien que no haga preguntas, que no haga preguntas. Hoy no puede escribir porque son las palabras nada más que síntomas, conjeturas, indicios, objetos inservibles e inanimados, torpes intentos, aproximaciones huecas, sucias imágenes de lo que no es capaz de sentir ni expresar. Y, sin embargo, como el que llama a un perro, tan sólo por probar su lealtad, sin ningún móvil llama a sombras y a palabras; y las palabras y las sombras, si acuden, acuden como perros, nunca distintas, previsibles y dóciles, como perros, vulgares y detestables con su fidelidad nunca fingida, impuesta. A esa impostura, a esa falsedad que obra sobre los sentimientos inexplicables y sobre la razón, llama también poesía.
Llega Nada empieza. No empieza en mí. Procede de la vida ordinaria y constituye un minucioso estado de advertencia inservible. El proceso es sencillo: Como el jugo de ciertas plantas la extraigo y le doy utilidad, ley, orden. ¿Para qué quiero yo —si prefiero la poesía como forma de entendimiento humano— la palabra sin la idea, la imagen sin su objeto? Cualquier imprecisión ha de achacarse no a un afán creador —que tal vez tenga— sino al uso indebido del lenguaje.
Nada/Todo No recuerdo como empezamos No recuerdo más que tus manos Acariciando mis cabellos, Y tu cabello Mis dedos ensortijando. No recuerdo más que susurros, Y besos ligeros, Y caricias, Y más besos. No recuerdo más que mis manos Desabrochando tu ropa. No recuerdo más que tu cuerpo Desnudo frente al mío. Tu maravilloso cuerpo De exactas proporciones, De curvas perfectas, De tacto sedoso. No recuerdo más que mis labios Paseando por tus pechos, Bajando despacio, recreándose, Deteniéndose en tu vello... El mundo se había parado en este instante. Salvo nosotros, nadie. Y tus maravillosos labios Buscando los míos hasta fundirse En el más profundo beso... Y por fin nos encontramos, Mi cuerpo dentro del tuyo, Y ambos cuerpos agitándose, Rítmicamente, Despacio, Sin prisa, Amándose. No sabes cuánto te amaba en ese instante, No sabes cómo me amaste.
Amantes Los clandestinos del amor valoran los breves espacios en el reencuentro secreto del momento eterno guardado por siempre por los pensamientos que rondan la penumbra buscándose en silencio. Cobijados por el espacio nocturno los espasmos de locura aparentemente solitarios y unificados por la esencia del amor clandestino que rompe la distancia acurrucándose en la espera del breve espacio inmortal de las almas clandestinas del amor
|
||
ATRÁS | ADELANTE |