Todo cabe en un orgasmo y en 140 caracteres

CUENTOS PARA EL TWITTER

Antes un cortito

Lentísimo

Es terrible lo lento que puede llegar a ser todo, cuando se le pega la soledad, el dolor. Te sentís atrapado, obsesionado. El tiempo se alimenta de vos.
Por ejemplo, hace más dos años decidí tirar esa fotografía tuya enmarcada en madera y cristal que estaba sobre el escritorio.
Aún sigo esperando que llegue al suelo.

Ahora sí. El título no cuenta…

Final

Quedaron tan exhaustos del éxtasis, que hasta dejaron de existir.

Versos
De los besos que les seducen, el de poeta y musa versándose los labios, es el que más les eclipsa.

Pertenencia
Los enanos miran a La Bella Durmiente. Saben que el sueño no durará eternamente y rezan en silencio para que El Príncipe tarde más.

Decisión
Cansado de los reclamos de su amante, evitó sus apariciones nocturnas trepando por el balcón. Ahora se le aparece sólo en sueños.

Visión
Para el amor, a gusto de Onán, dos son multitud.

Solitarios
Siempre se quedan inquietos cuando las cosas van bien. Sospechando. A estas alturas, ya solo esperan un final feliz que salga mal.

Desfile
Mientras cruzaban el cementerio, sus cuerpos fueron mutando hasta devenir en otros cadáveres.

Marketing
¡Borrá eso Noé!
¡Pero si es un nombre taquillero!
¡Te digo que lo borres!
Obediente, Noé raspó TITANIC de la proa.

Primavera
Esas no son golondrinas que vuelven desde lugares perdidos: son mis besos, que al no encontrar tu boca, negrean el cielo buscando su nido.

Viaje
Al saber que hallaría su futuro en el ayer, robó la máquina del tiempo y se lanzó en pos del destino.

Destino
Sabía que ella no se decidiría sin consultar a los oráculos. Se limitó a sobornar a la adivinadora. Hoy forman un feliz matrimonio.

CORTITOS Y AL PIE
Tradicionales


Escultor
Me pregunto qué haremos cuando terminemos de encarar todos los diálogos posibles. Imagina esta situación: Un escultor a punto de comenzar una obra. Se encuentra frente a una piedra y sabe que en esa piedra se encuentra su obra terminada. Sin embargo, en esa misma piedra se encuentran sus otras obras, las que hizo, las que hará y las que podría hacer. También sabe que en esa piedra están las copias perfectas de las obras de Miguel Ángel. Su tarea consistiría entonces en aislar a su obra del resto. Tal vez se vea tentado a
dejar la piedra tal cual es. Sabe que esa es la obra más perfecta, la obra divina que junta a todas las otras. Pero se ve defraudado al notar que él no es su creador... y comienza a esculpir.
Yo a veces tengo la misma sensación. Siento que lo que puedo aportar, ya "existe". Y que tus respuestas también. Lo bueno es que ni yo conozco tus respuestas, ni vos las mías. Y me agrada saber que hay alguien esculpiendo algunas palabras para mí.

Kuka
Me encantaba aquella perrita.
— ¡Kuka, vení! —, decía yo, y Kuka venía.
Tenía Kuka ese no se sabe qué, ese algo que te miraba a los ojos y te leía el pensamiento.
— ¡Kuka, “sittaun”!—, y Kuka que se sentaba ¡Lo parió, hasta inglés sabía la perra!
¿El diario? Claro que no me traía el diario, pero eso es porque yo dejé de creer en ellos hace años: ya sólo creo en los clásicos y en Los Girasoles. Pero me traía Kuka a los clásicos de la biblioteca, me miraba a los ojos, escudriñaba mi aspecto y ya sabía si debía alcanzarme a Nietzche o a Bukowsky, a Marx o a Quevedo. O a Germán Delgado.
Hasta que un día desconfié de ella, no supe valorar sus aptitudes y la puse una prueba definitiva para conocer el alcance de sus posibilidades.
— ¡Kuka vuela! —, dije con un tono jocoso, como riéndome de ella.
Y Kuka voló, voló tanto y con tantas ganas que salió disparada por la ventana y jamás volví a saber de ella. Mientras ascendía por los aires giró su cuellito y me dedicó una mirada que no olvidaré jamás, una suerte de mirada de despedida con reproche, un “hasta aquí hemos llegado” que desde entonces llevo clavado en centro mismo del espinazo, un algo triste y desolador como una tarde lluviosa de domingo en Villa Gesell.

Intentos
Después de la separación, ella decidió reemplazarlo. Buscó la intensidad de su mirada y encontró una semejante en Juan, el ritmo de su risa y halló una parecida en Pedro, la esencia de su olor y percibió uno análogo en José, la cadencia de su ternura y descubrió una similar en Roberto, los matices de su inteligencia y se topó con una afín en Manuel. Su potencia sexual la halló en Marcos. Al no lograr reunir los hallazgos en un solo hombre, determinó buscar en muchos aquel que había amado y la había amado. Pero ni aún así, pudo reemplazarlo.

Sueño
Desde que te conozco... ¡Muero por darte un beso! Tu boca debe ser dulce como la miel; imagino un suave roce de tus labios hermosamente dibujados para sentir tu calor, juntar después tus labios a los míos, buscar tu lengua, succionarla, soltarla. Estremecerme de placer por tu caricia. En mis sueños siempre te beso, me queda al despertar el sabor dulce y amargo de un deseo no cumplido.

Sola
Mecida en la dulcedumbre de su melancolía, de día se consolaba entretejiendo para el futuro, lo mismo que desteje de noche contra el olvido. Pero luego, no encuentran sosiego y hurga la suave vagina. Y cuando alcanza el punto que hace brotar al tiempo un oleaje de suspiros y convulsiones, piélagos de espasmo y temblor, sólo entonces, sus dedos encuentran reposo, dulcemente bañados en la pleamar del flujo interior.

Infiel
Deliciosamente tibia y blanda. Olía a fruta madura, a mujer en celo. Mientras ahogaba un grito intentando cerrar sus piernas otro largo lengüetazo, a paso de tren bala, le endurecía el clítoris que ahora estaba listo para la batalla.
Ya los pensamientos conyugales le volaban. No recordaba cuando fue la última vez que rezó, pero en esos momentos se atrevió a hacerlo y pidió sólo una cosa: sentir como acababa de hacerlo. Sentir, sólo sentir.

Tiempo
Guardada en el sonido del romper de una ola, envuelta por el aroma a sal y atravesada por un rayo de luz, apareció la magia de la soledad, desdibujada sobre la humedad de la arena.
Se sentaron con el escritor para ver juntos el mar y escribieron una historia

Mensajes
Sostenía su soledad a fuerza de comunicarse con ella de manera periódica. En un papel escribía: “Te extraño Amor” y lo tiraba al mar. De tanto en tanto alguna ola le devolvía una respuesta. “Te extraño Amor”.

Indiscutible
Primero llegó su perfume inquietante. Luego me buscaron unos ojos que me dejaban al desnudo y me confundían. Ella decidió dar el paso. Un tacto casual fue ese ángel que anunciaba la cercanía de los labios a la bragueta. Y quién soy yo para discutir una orden divina.

Pares
Desayunan en el mismo bar desde hace años. Se los ve cómplices, serenos, confiados en que el amor es una lámpara de inagotable aceite. Son para mí la pareja perfecta, aunque sus integrantes no sean ya los mismos. En un inusitado rapto de imprudencia me acerco a ellos, pero me detengo. No pertenezco a la estirpe de quienes se sientan a esa mesa: lo mío es la soledad y la eterna prórroga de la felicidad compartida.

Instrucciones
Dejando de lado los motivos, quien aspire a ser un amante deberá embarcarse desde muy joven en la prórroga perpetua del amor correspondido. Fiel al dictado de su corazón, buscará insaciablemente, aun sabiendo que no va a encontrar. Si detectara un atisbo de felicidad terrenal, girará la cabeza noventa grados a la derecha (o a la izquierda, si así lo prefiere) y seguirá su camino de olvido y abandono. Desconfiará de los romances que perduran en el tiempo. En caso de percibir la llegada de un amor verídico y duradero, el giro antes mencionado será de ciento ochenta grados y de todo el cuerpo, con claro ofrecimiento de una vista total de su espalda. Con un poco de práctica, pronto logrará quedarse solo, mientras espera —callando, llorando— el próximo desencuentro.

Mi muerte
Todo en regla. Preparar mi muerte no fue tarea fácil. Pero sí placentera. La decisión tomada hace algún tiempo, algunos años. Se fue formado, poco a poco, desde el momento en que me di cuenta que la edad, el tiempo, se me vació. Moneditas del tiempo que se van gastando; se gastan bien, se gastan mal, inevitablemente. Quien gusta en comprar amarguras. Otros, placeres y escapes; y así, otros, saberes y conocimientos; ¿quién puede asegurar cuál es la mejor forma de gastar? Para mí, una mezcla de todo eso. Ya me quedan pocas. Las gastaré de golpe.
Primero los parámetros. La muerte también tiene parámetros, ¡que carajo! Más si es uno quien decide.
Quiero vivir mi muerte. Así, quedan descartadas las armas de fuego. Un disparo en el cerebro es, sin duda, método eficaz, pero sucio de por sí; demasiada sangre regada en el lugar, trozos de materia gris salpicando los alrededores. No me hace gracia, especialmente, no me hace gracia la idea de que, una fracción de segundo después de la entrada de la bala, toda conciencia se haya perdido. Descartado. Prefiero vivir mi muerte.
Descartada también la idea de armas blancas. Ya, en alguna ocasión lo intenté, con malos resultados. Afortunadamente, según las secuelas, los frutos, la vida me deparó infinidad de experiencias enriquecedoras. Placeres a granel. Con su cuota de sufrimientos y dolores. Pero en esos lejanos entonces, era un joven de tontos quince años. Sin duda valió la pena vivir lo que siguió. Ciertamente hay una patricia tradición en el uso de afilados cuchillos para quitarse la vida. Los nobles romanos (algunos) sumergidos en una tina de agua de agua tibia se cortaban las venas para desangrar lentamente. Sin duda esto permite darse cuenta de lo que está pasando, es decir, vivir la muerte. Sin embargo, tengo la impresión de que es sucio, por lo menos para aquellos encargados de poner las cosas en orden.
Descartado también el veneno. No soy conocedor en la materia, pero tengo la idea de que un veneno "limpio", no agresivo, aunque sé que existe, no es nada fácil de obtener. Además, estoy seguro de que el Doctor Muerte no aprobaría mis motivos. Los otros, aquellos que se encuentran en cualesquier cocina, tales como destapa caños, raticidas y demás menjunjes, son harto desagradables. De manera que el veneno queda fuera de la lista.
Tampoco me gusta la idea del gas. Demasiado peligroso para los vecinos. Una chispa podría causar explosión y morir inocentes, o, por lo menos, perder parte de sus propiedades. Ellos ninguna culpa tienen. Para ellos, adelante con lo cotidiano de la vida.
Claro que también queda fuera la idea de arrojarme al paso del tren. Es una muerte demasiado rápida y violenta; causa, además, severos trastornos a una gran parte de la población. Además tengo que viajar por que en Villa Gesell no hay trenes. Es fácil de comprender que tampoco me atrae la idea de cuasar un accidente automovilístico. Eso tiene todos los inconvenientes de lo expuesto anteriormente.
Me acaban de sugerir ahorcamiento. ¡Ahorcamiento! ¿Por qué no lo habré pensado antes? Sin duda es método rápido y efectivo. Así que lo considero. Reviso el lugar en que vivo. No tiene una sola viga o saliente del que se pueda colgar una soga. Los techos bajos y poco resistentes. Claro que se puede pensar en salir al bosque, encontrar un árbol con rama resistente y apropiada. Tendría que ser cuando hay poca, mejor ninguna presencia. Llevar, además de la soga, un banco que permita alcanzar la rama escogida, hacer el nudo corredizo (no sé cómo), subir al banco y una vez, con la soga al cuello, darle una patada al banco. El procedimiento resulta engorroso y el espectáculo grotesco. Ahorcamiento, con razón, sin pensarlo, no lo había pensado antes. Mejor otra cosa.
Así que queda el mar.
"El mar de los mares mar". El mar es el medio escogido. El arma escoge al guerrero; el mar ya me escogió desde hace muchos ayeres. La vida, nos dicen los científicos, y es creíble, se inició en el mar. Además, la vida se alimenta de la vida. No me disgusta la idea de que mi cuerpo sea devorado y pasar a formar, así, parte del ciclo de la existencia. Ojalá encuentre una escuela de tiburones y den buena y rápida cuenta de mis restos. En el mar no hay cruces, que bueno, soy alérgico a las cruces, por su simbolismo de sufrimiento, de pagar culpas. Pues creo no tener deuda alguna.
Ya, en alguna ocasión, estuve a punto de ahogarme, en el mar. No me causó ningún miedo. La consideración principal fue: un par de minutos de desesperación. Dos minutos duran sólo dos minutos. Pueden ser muy largos, dos minutos; sin embargo serán, siempre, más cortos que los muchos (aunque sean pocos, siempre son muchos) años de senilidad. En esos dos minutos la necesidad de oxígeno crea un reflejo animal, una enorme necesidad de respirar. Para contrarrestar esto, para no permitir que venza aquello que llamamos "instinto de conservación", pienso llevar un par de pesadas piedras en el bolsillo. Eso es todo.
Así pienso vivir mi muerte.

 

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