Ha
llegado el momento
LA HORA DE
LOS BUENOS
Cuantas veces se ha escuchado y dicho por parte de muchas personas,
en los distintos ámbitos sociales, económicos, políticos, que "Los
Honestos No Llegan" (a la función pública y exitosamente).
Claro que no llegan cuando una parte importante o la mayoría de las
personas abiertamente opinan y actúan así. En esto hay que
diferenciar aquellas personas que habiendo visto mucho a lo largo de
su vida, concluyen en su razonamiento "que los buenos nunca
llegaron, no llegan" y por consecuencia no llegarán.
Dentro de estas personas están las que desean y necesitan ver que
Algunos Buenos Lleguen, porque su escepticismo ocurre a la luz de
las experiencias personales vividas y lo que vieron en la vida
política y pública a lo largo de su vida. Estas personas son
escépticas, pero en el fondo tienen algo de optimismo. Siguen
creyendo, aunque muy poco.
Otro grupo lo forman quienes creen que la maldad, la maledicencia,
la mala intención, la violencia, finalmente se imponen a la
generosidad y buenas intenciones. Y para ellos por eso los Buenos
Nunca Llegaron, Llegan, ni Llegarán. Son escépticos convencidos,
pesimistas, e ideológicamente reaccionarios. Creen que solo el
poder, las influencias, y la fuerza dirimen las cuestiones y por eso
justifican la violencia Buena contra la Mala, aunque fuera
desproporcionada, artera, y alevosa.
No creen en la democracia, en la voluntad de la gente, y se aferran
a las instituciones formales y tradicionales y a todo aquello que
tenga uniforme, armas, y poder. Son ideológicamente la derecha.
Lo que no es dice en sus afirmaciones, y en aquellos que las repiten
y creen, por falta de razonamiento propio e información, es que
cuando una sociedad tiene preeminencia de personas con influencia,
poder, y buena situación social, sosteniendo convencida que "Los
Buenos No Llegan", el problema no es de los Buenos en cuanto a
desadaptados a la sociedad, o ingenuos en un mundo hostil. El
problema es que, para que los Buenos Lleguen, la mayoría de las
personas debe apoyarlos; y rechazar a los escépticos e interesados
que sostienen eso.
Porque no es casualidad, antes bien hay una relación directa, que
los lugares que los Buenos no ocupan, porque No Llegan, los tienen
los Escépticos y Mal Intencionados, que por la fuerza de las armas
(antes) y la influencia solapada, la intriga y las componendas,
terminan ocupando esos lugares (hoy).
Por supuesto que para los intereses del conjunto, de la sociedad,
estos personajes son negativos, pero ellos han logrado lo que
querían: estar, y sin mayores inconvenientes, consolidando
situaciones económicas, sociales, y políticas, que en situaciones de
transparencia nunca hubieran logrado.
Cada uno y la sociedad, deben preocuparse para que los Buenos
Lleguen. Es su obligación. La culpa no debe ser endilgada al
meritorio, inteligente, sensible, que es perjudicado.
Decir que la política es sucia y que por eso los Buenos Nunca
Llegan, es negarse a hacer algo por cambiarla, o apoyar a quienes sí
lo hacen.
Allí parte el problema. Por esa gente, escéptica, que no cree en
ideales y realizaciones altas, se justifican personalmente y tratan
de acomodarse a lo "que está". No creen en el progreso y el cambio.
Le temen y por ello lo desalientan. Si Usted está del lado de los
Buenos que hasta ahora no llegaron, es hora de comenzar su lucha
para llegar. Por que los cambios se hacen desde el poder. Y para
llegar al poder hay que militar en política y para cambiar hay que
consolidar un Movimiento Racional, Popular, Transformador y
Racional. Es imposible hacerlo desde el café. Y mucho menos desde
el Café de los Escépticos.
- El periodista y sus días
- LA
PERVERSIÓN DE LOS RUMORES
- La afición por la mentira,
amenaza devenir en una práctica permanente y que compromete a
medios de comunicación, periodistas, analistas, etc. Hay un
espacio grande en el periodismo que ha sido ocupado por la
hipocresía y el enredo y lo malo es que es visto como rasgo
ético y de responsabilidad comunicacional.
- Más que enredado, el cuadro
periodístico geselino se encuentra en un estado oscuro. De un
tiempo a esta parte se ha visto distorsionado por circunstancias
y polémicas que responden de manera bastante próxima a los
climas tenebrosos que se crean en cualquier simple mundo
comunitario. Temas, frases o gestos de relevancia menor se
prestan para enredos magnificados comunicacionalmente y que, en
más de un caso, adquieren una dinámica tal que terminan en
situaciones inentendibles porque ya nada tienen que ver con su
modesto origen.
- La afición por enredar la
información amenaza devenir en una práctica permanente y que
compromete a medios de comunicación,
- ¿Es este un fenómeno puramente
modal e inocuo? Pudiera ser, efectivamente, una pasajera moda
banal y, aunque permaneciera en el tiempo, no representaría
grandes riesgos si persistieran poderosas corrientes de opinión
y conductuales que aseguraran la preponderancia de una práctica
y un discurso político bajo cánones más respetables.
- El asunto es que esta afición
por mentir y enredar está inmersa en factores que pueden llegar
a ser respaldos potencialmente activos para su permanencia y
expansión.
- En política se toman
decisiones permanentemente. Tienen que ver con la dinámica
propia del poder. Y obviamente, el funcionario se hace
responsable de las mismas. Y está bien que así sea.
- Los comunicadores sociales
deben entender esto y no creer que siempre deben estar
favorecidos por estas decisiones...
- Desde algunos sectores del
periodismo propagadores del ideario político desplazado
contundentemente en el 2007, se pone en marcha esa usina
propagadora de rumores, esa manera de presentar la mentira como
verdad que dio motivo al comienzo de esta nota. Pero la gente ya
no come más heces. “Se podrá engañar a alguien todo el tiempo,
a mucha gente durante un tiempo, pero no se podrá
engañar a todos, todo el tiempo", por eso,
definitivamente, el tiempo pondrá las cosas en orden. Y
entonces cada uno, ocupará el lugar que debe ocupar.
-
- TOMAR PARTIDO
- Sin embargo, tomar partido por
una posición determinada, defender un modelo político,
cuestionar a los medios hegemónicos sin ocultarse detrás de la
careta de periodistas independientes está bien. No se engaña a
nadie y se sume el rol de periodismo militante.
- Como casi todo en este país,
el periodismo sufrió una profunda transformación en los últimos
años, de la mano de la revalorización de la política. Hace un
tiempo, los debates que hoy tomaron la calle, estaban reservados
a ámbitos mucho más acotados. El periodismo cambió porque cambió
la sociedad: no es que antes no se pudiera hablar de ciertas
cosas, es que directamente no se las planteaba. La salida a la
superficie de estos debates plantea, tarde o temprano, la toma
de una posición. Esa es la clave: el periodismo objetivo no
existe, lo que existe es el periodismo honesto. Y la honestidad
pasa (más allá del cumplimiento de las normas éticas que son la
base de este oficio) por transparentar esa posición: “Hola. Yo
te escribo desde acá. Lee mis líneas sabiendo quién te las dice
y desde dónde”. Desde este lugar el periodismo militante es
inobjetable. Todos tenemos una mirada sesgada e interesada de
las cosas y quienes hacemos periodismo la volcamos
inevitablemente en nuestro trabajo. Si aceptamos esto, ¿cuál es
la diferencia entre un periodista militante y alguien que se
planta ante una nota con la intención (conciente o inconsciente)
de agradarle a un jefe, forjar un lobby o simplemente obtener
entradas gratis a recitales o levantarse chicas? Todos
analizaremos, interpretaremos y volcaremos en el papel la
información desde una perspectiva distinta y veremos en los
mismos hechos distintas noticias. Cada cual atiende su juego.
Todos jugamos. Insisto: honestidad es contarle al lector para
qué equipo se juega. (Un ejemplo. En los Estados Unidos, al
comienzo de cada campaña, los diarios sacan una editorial
anunciando a qué candidato van a apoyar y por qué. Después
siguen haciendo periodismo, pero el lector ya sabe desde dónde
analizar lo que lee). Un último argumento ante los planteos que
intentan impugnar el periodismo militante (como, si por otra
parte, fuera algo nuevo): Rodolfo Walsh. Ahora, todas estas
salvedades llegan hasta el borde donde comienza aquello que le
da sentido a nuestro trabajo. Somos periodistas entonces: a)
Contamos lo que pasa, nuestra mirada de lo que pasa o una
versión de lo que pasa. Nunca algo que no pasa. Esto es: un
periodista no debe mentir, por más militante que sea. Puede
privilegiar cierta información sobre otra, puede exponerla de
forma que se lea con uno u otro sentido. Puede, incluso, omitir
ciertas cosas, llegado el caso. No mentir. Cada línea de una
nota tiene que reflejar una contraparte en el mundo real. b)
Somos curiosos por imperativo profesional. Debemos indagar. No
podemos ser obsecuentes ni complacientes, aunque tengamos que
entrevistar a un amigo, un compañero de militancia o un
referente con el que nos sintamos identificados. Exigirle lo
mejor de sí, poner en evidencia sus debilidades, escarbar en sus
contradicciones. Eso también es hacerle un favor al
entrevistado. La próxima, el que esté del otro lado puede no
tener tan buena leche. Mejor estar preparado.
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