Editorial
LA GUERRA DEL DOCER
En 1968 Adolfo
Bioy Casares escribió una novela de ciencia ficción que llamó “La
guerra del cerdo” dónde en buena parte de su trama describe a bandas
de jóvenes que se dedican a perseguir y matar ancianos. Precisamente
la crueldad de las situaciones descriptas puso a la novela en la
categoría de ciencia ficción, es decir escenarios que muy poco
probablemente se puedan tornar realidad excepto en mentes brillantes
como la de Bioy Casares.
Está Isidro Vidal, un hombre que se encuentra en la frontera entre
la madurez y la vejez, y que vive en un incómodo apartamento del
lumpen bonaerense, contempla asustado cómo sus amigos, algo mayores
que él, van muriendo uno a uno. Y él, persona derrotada, divorciado,
con un hijo que lo desprecia, se debate entre hacer algo o dejarse
llevar por su carácter débil hacia la entropía.
En el horizonte, una relación imposible, de ésas que tanto gustan a
los autores hispanoamericanos; sentimientos no resueltos de un
hombre, Vidal, que sigue siendo un adolescente emocional, y que
ahora, en el otoño de su vida, se valora menos que nunca.
El libro es una impresionante alegoría sobre la soledad y la vejez,
sobre cómo se siente una persona cuando deja de importar para el
mundo, cuando te atienden mal en la panadería, cuando ya no puedes
mirar a las mujeres sin que piensen en ti como un viejo verde. En
resumen, la repulsión e incomprensión que siente la sociedad por las
personas mayores.
Bioy sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: deconstruir la
sociedad, con su elaborada sociología de ficción. Bioy, mucho más
cotidiano y mundano que Borges, ofrece en esta novela, como siempre,
todo lo que una novela puede contener: amor, horror, belleza,
ficción, laxitud, alegría y pena; en mundo parecido al nuestro, pero
que se rige por principios diferentes, alterados.
Es la ficción de Bioy…
En el país, por estos tiempos en los que los medios hegemónicos
inventan cada día la realidad que quieren imponer a sus
lectores/oyentes/televidentes, se está planteando “La guerra del
docer”´. Es evidente que cuando se producen cambios en la sociedad a
través de movimientos políticos, los jóvenes son el motor de los
mismos. Es obvio que no puede haber revoluciones o reformas de
trascendencia sin su participación activa.
En el Kirchnerismo tiene un papel preponderante “La Cámpora”,
conformada esencial, pero no únicamente, por jóvenes que han llegado
a la política después del 2001 y algunos después de la puesta en
marcha del modelo y trabajan ahora por su consolidación. Clarín, La
Nación, Perfil y sus alcahuetes asalariados intentan de todas las
maneras posibles estigmatizar a La Cámpora, lo que es ni más ni
menos que hacerlo con los jóvenes ya que estos son, potencialmente
sus enemigos: No se comen ninguna de sus acciones de prensa y
por ende, son los que pueden asumir tareas de conducción de áreas
estratégicas sin contaminaciones ideológicas.
Se dice que Máximo Kirchner se identificó tempranamente con
Héctor Cámpora, a partir de los elogios que el periodista Miguel
Bonasso derramó sobre el ex presidente en 1998, cuando se constituyó
el Grupo Calafate. Este era una usina ideológica del matrimonio K,
que nació para enfrentar al menemismo. La llegada de Néstor a la
Casa Rosada en 2003 abonó el terreno para una formación que fusionó
distintos actores sociales y políticos. Entre 2004 y 2006 empezaron
a echarse los cimientos de La Cámpora, que ganó en solidez al luchar
contra el campo en 2008, y en favor de la Ley de Medios. Muchos de
sus miembros eran hijos de militantes montoneros y dirigentes
estudiantiles desencantados con la política de los 90. Para ellos,
Néstor era su padre simbólico.
"Con Cristina tenemos que hacer un puente generacional. Tenemos que
formarnos para tomar el poder", arengó Néstor al auditorio juvenil,
en octubre de 2008.
Y ahora es así, sin Néstor y con Cristina instalada sólidamente no
solo en el Gobierno, si no ejerciendo el poder con mano férrea, se
está produciendo, el tan mentado trasvasamiento generacional.
La presencia de traidores en el Movimiento Peronista era la
contracara de otros miles de compañeros que en la misma época
peleaban por la vuelta de Perón. El propio Perón denuncia estas
falencias, y llama al trasvasamiento generacional, donde la juventud
tendría un rol fundamental en la nueva estrategia que habría
de enfrentar a la dictadura de Onganía. El anquilosamiento de
dirigentes, más preocupados en sus problemas personales, que en los
del propio movimiento, fue sacudido con esta nueva
estrategia. A veces la historia suele repetirse, y esos momentos son
los que invocan y convocan a los cambios. Trasvamiento generacional
es, como bien lo explicita Perón, reactivar la lucha del movimiento
en pos del camino de la liberación. Y no hay dudas que ese es el
camino. Por eso hay que decirle NO a La Guerra del Docer… Pero,
tampoco, los jóvenes camporistas, deberán emprender su propia Guerra
del Cerdo. Los viejos militantes de siempre no son sus enemigos, por
el contrario. Son sin duda, sus aliados fundamentales. El Movimiento
Nacional Popular, Democrático, Transformador y Racional se
fortalecerá definitivamente con la suma de sólidas voluntades y
mentes claras. Lo dijo Juan Domingo Perón: “Todos unidos
triunfaremos”. Nosotros agregamos: “Desparramados… ¿Qué mierda
hacemos? |