Literalmente
EL VALOR DE LAS PALABRAS

 

TRAGARSE SAPOS

Tragar sapos no es para cualquiera. Requiere una buena dosis de concentración, voluntad de faquir y notable tonicidad muscular.

La gracia consiste en deglutirlos de un solo bocado,  para lo que hace falta abrir desmesuradamente la boca, como cuando se cantan los pasajes más fogosos de una marcha política.

Por supuesto, la frase no es usada siempre en sentido literal. Los que están ejercitados en figuras y símbolos necesarios saben perfectamente que a veces donde dice nosotros, debe leerse ellos y donde dice sapos, debe leerse Patitas de Rana a la Lyonnaise.

Lo que si debe tenerse en cuenta, cualquiera sea el sentido que quiera dársele a la expresión, es como el apetito de los hombres nunca se colma, tampoco termina la capacidad reproductiva del sapo, criatura fértil.

Nuevos ejemplares, algunos del tamaño de un gliptodonte, marchan rumbo a sus bancas en el Congreso.  De modo que con tanta gente como la que está quedando fuera del banquete, nadie debería jactarse de haber devorado todos los sapos.

Al menos ha tenido algo que tragar.

 

TROGLODITA

Los trogloditas hablan un lenguaje directo.  Cuando querían más, decían simplemente la palabra más subrayada por una actitud corporal severa. Eran individualistas: No les importaba la suerte de los otros.  Estaban consagrados solo a su propia  subsistencia.

Hasta los líderes se encerraban en sus cuevas y afuera los esperaban las bestias feroces.

Por suerte han pasado esos tiempos de pesadillas. Pueblo y gobernantes hoy son cultos, refinados, diríamos que hasta intelectuales. Algunos hasta han leído un par de páginas del Libro Gordo de Petete.  La solidaridad reina. Nadie cree en la posibilidad de la salvación personal que excluya al conjunto.

Además, por las calles ya no se ven  ni dinosaurios ni velocirraptores. Ya no quedan trogloditas.

De haberlos, serían más propios de la ciencia ficción que de la política.  Pero, si todavía existiera algún espécimen troglodítico, convendría tratarlo con respeto.  Cortejarlo, no contradecirlo, alabar sus trajes de piel.  No sea cosa  de que se enoje con nosotros mientras va por la selva aplastando cabezas sin saber que hace rato que terminó la edad de piedra

 

MUDOS

Interesante escenario, el de un país con políticos mudos. El primer efecto que se nos ocurre sería la desaparición de los debates en los escasos programas de TV, lo que no  sería nada muy importante, dada su bajeza habitual. Pero, de cualquier manera, hemos diseñado una solución; como los políticos usan siempre los mismos giros idiomáticos, podrían armar un catálogo de declaraciones, del uno al diez, y limitarse a hacerlas con los dedos. Si los políticos adoptaran la presente sugerencia, simplemente utilizarían el reducido diccionario de frases que llamaríamos “Los números”.

Imaginen: Políticos en una Sesión Legislativa. El Diputado A hace la seña del 3. El Legislador B,  enérgico, le  responde con un 5.  Se vota  y listo. Todos rápido a casa.

Otro caso: Ante los periodistas, el jefe opositor explica por que su bloque no bajó al recinto. “¡Ocho!”, exclama, y todos saben que eso reemplaza una larguísima nosotros cuando éramos gobierno…

Por supuesto,  todo esto es un chiste. Es decir un texto a la moda de los políticos de hoy. Conscientes que cuando hablan en serio,   la gente disimula su fatiga tomándolos en broma, han resuelto incursionar en el terreno humorístico: Las próximas internas del PRO,  mediáticos como pretenden seguir siendo, podrían dirimirse  en un concurso de chistes. El que más carcajadas coseche, se queda con el cargo en disputa, para alegría y felicidad de todos los ciudadanos. El programa se llamaría, claro “Pelotudeando por un cargo

 

 
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