Historias de Germania

LOS PICADOS

Cuando ando por alguna cancha de fútbol, hábito de todos los domingos, no puedo dejar de recordar con cierta nostalgia,  la pasión que había en Germania por los picados. En cada barrio, en cada calle, había uno.  El picado significaba el fútbol espontáneo, el poner de manifiesto la creatividad. Cada barrio tenía muy buenos jugadores...
Cuando nosotros éramos niños, el fútbol era una plaga. Se jugaba a toda hora. Uno se levantaba y se acostaba con la pelota. Y de tanto jugar; aprendía, afilaba la pegada, la gambeta, la cintura, la pisada... Se vivía una pasión desenfrenada por la pelota.

En mi barrio, a una cuadra, de la iglesia, jugábamos en la esquina de la que es mí casa. Allí había "picados" a toda hora. Con pelota de goma - Pulpo - o con pelota de cuero - tipo profesional.

Venían muchachos del barrio, de la vecindad. Se jugaba a la hora de la siesta y a la noche bajo la luz del farol de la esquina.

Y eso sucedía en otros barrios. Se jugaba en arcos chicos hechos con pilas de ropa, en arcos grandes - eran dos árboles - y en la calle. Acá sólo se paraba cuando pasaba algún auto o cuando los vecinos se quejaban y hacían alguna denuncia por "ruidos molestos". Se jugaba, siempre se jugaba.

Se terminaba de comer y era como una religión ir hasta la esquina para participar del "picado". Las pelotas se rompían o se pinchaban y había que ir hasta la casa de algún amigo a buscar otra.

También se jugaba mano a mano o entre cuatro el famoso "arco contra arco". Eran partidos en donde el rebote en la pared valía y se aprovechaba mucho el auto pase hecho con el cordón de la vereda. Todo servía para jugar, para vivir en esa pasión.
Uno crecía entre el colegio y entre los "picados". Había desafíos entre barrio contra barrio. Eran partidos a "muerte" con algunos jugadores que después terminaron en los clubes afiliados en la Liga de Ameghino. Eran "potreros" desde donde salía la mejor materia prima.

Detrás de la Comisaría había un terreno baldío y ahí, durante la siesta de muchos veranos, jugábamos partidos que duraban tres o cuatro horas. Se jugaba a diez goles o a quince, el asunto era jugar. Era la canchita “del Centro”, un viejo club al que todavía voy “religiosamente” cada vez que ando por mí pueblo.

Se jugaba por amor, por pasión. Estaba el crack y había troncos; pero todos jugaban y muchos lloraban o puteaban cuando no entraban en el equipo. Así era el clima emocional de aquellos "picados".

Después se fueron formaron equipos del barrio para participar en los campeonatos de Baby Fútbol de Juventud Unida. Unos partidazos en las noches de verano. Nosotros, muy pendejos, debutamos con un equipo llamado “El Club del Clan” y usábamos camisas, con botones y cuello,  no camisetas, verdes y amarillas. En “El Club de Clan” me acompañaban,  entre otros “Falucho” Medina; “Cachiche” Peruggini; “Balín” Cotta; “Fantucho” Fantoni; Alfredito  Quatrocci; los hermanos Carlos y Rafael Spilman. No nos fue demasiado bien, pero dimos lucha en cada partido ante equipos conformados por jugadores de mayor edad y experiencia que nosotros. Éramos todos pibes.  Después yo pasé al multicampeón “El Peregrino” que estaba  dirigido por José Manuel, unos de los tipos más buenos que conocí en mí vida. El trabajaba en una Cabaña en la que se criaba Holando Argentino y tenia ese nombre. Era un equipo de lujo. Leonel Bustos o el “Chino” Reynoso en el arco, el “Vasco” Torres, el “Laucha” Sosa, “Paquico” Lanata; el “Guty” Pieralisi... Todos jugadores de primera división. Ganamos varios campeonatos, no solo en Germania, si no en toda la zona. Pero, vuelvo la mirada más atrás. La vida, entre los ocho y los quince años, era un "picado” Eso mismo sucedía en cada ciudad, en cada rincón del país. Y el fútbol era un "potrero" gigante, lleno de fantasía, de amor, de gambetas, de pisadas, de amagues, de tacos, de rabonas…. El fútbol - la pelota - , los "picados" eran la gran expresión popular de un deporte de masas.

Recuerdo los "picados", a la hora de la siesta, como un símbolo inalterable de mi infancia, en donde el juego, lo lúdico, se convertía en algo sagrado.
¿Queda algo de eso hoy? La vida, a veces, nos roba lo más puro, lo más bello, lo más creativo. ¿Hay hoy picados?

Las obligaciones, el trabajo, el estudio, la vida moderna, suelen terminar con lo que más queremos.

Uno hasta se hacía la "rata" para jugar un picado. Daba lo que no tenía por un picado. El picado, jugar a jugar, tenía una pureza inédita. Y la sigue teniendo en la memoria de todos aquellos que lo jugaron. Al menos, para mí, un picado significaba la Libertad total. Y lo sigue significando en mi mente, una mente que de tanto en tanto recuerda aquellas tardes en la esquina de mi casa cuando la pelota Pulpo comenzaba a rodar.

Hoy, muchos años a cuestas, daría lo que no tengo por un "picado". ¿No sería bueno un viaje hacia esa libertad creativa? El "progreso" terminó con los "picados". Habrá que ver si el "progreso" tuvo razón. Habrá que ver si la era tecnológica y mecánica nos ha beneficiado. En apariencia pareciera que sí, pero en el fondo, bien en el fondo, está el pozo profundo del vacío. Ese vacío que antes, aquellas tardes y noches, uno y todos llenaban sanamente con los picados. Porque ese jugar a jugar, era la mejor forma de estar en la calle junto a la creatividad. Los chicos de hoy, están en la calle y sus padres viven con una dosis de gran pánico porque no saben en que andan. ¿O no es así?

 

 
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