La columna de Jorge Fava

EL PUEBLO ESPERA QUE NO LO DEFRAUDE

 

En el discurso del 10 de diciembre en Plaza de Mayo, Cristina fue muy directa y le previno al presidente recién asumido, sabiendo seguramente cuales serían sus primeras medidas de gobierno, que no se preocupara por las tapas de un diario sino que lo hiciera para llegarle al corazón de los argentinos.

Pasaron solamente cuatro días para darse cuenta una vez más que la vicepresidenta tenía razón. No por adivina, sino porque le hablaba por experiencia.

Fue justamente a partir de la resolución 125 enviada al Congreso por el Poder Ejecutivo para su aprobación en 2008, previa elaboración del Ministerio de Economía encabezado porMartín Lousteau, hay que remarcarlo, que Alberto se distanció de Cristina por diferencias que nunca se explicitaron públicamente

Recordemos que desde entonces los ataques de los medios afines a los grupos concentrados, comenzaron a ser más intensos.

Cuando a instancias de Amado Boudou se estatiza nuevamente el sistema previsional, los embates fueron muy fuertes. Pero el clímax llegó, cuando después de un debate excepcional en todo el país, el proyecto conocido como Ley de Medios fue aprobado por las dos cámaras.

Ya en 2010, en la celebración impresionante del Bicentenario de la Revolución de Mayo, el pueblo comenzó a mostrarse como partícipe de un Proyecto Nacional que lo tenía como protagonista principal. La juventud, a impulsos de La Cámpora, se  organizó y tuvo su acto fundacional en el Luna Park, donde Néstor Kirchner en virtud de su convalecencia luego de un problema de salud que unos días más tarde lo llevaría a la muerte, fue reemplazado en su oratoria por su compañera y presidenta. Sobrevendría luego el luctuoso 27 de octubre, en

que toda la ciudadanía no dudó en volcarse a las calles regadas por una lluvia pertinaz, para despedir quien nos sacara del infierno como nos había prometido, cuando en forma inesperada llegó a la presidencia.

Ese horizonte vidrioso y tormentoso que se presentaba ante nuestros ojos, se fue tornando en intenso y factible gracias al coraje de Cristina, que pese a la pérdida del santacruceño, que era el pilar del armado político, siguió adelante para transformarse en una gran presidenta que revalidó la primera magistratura con un contundente 54% en las elecciones de 2011.

Allí el mito fue tomando fuerza hasta transformarla en una presidenta y estadista incomparable. Cultora de una oratoria capaz de silenciar a las multitudes cuando les dirige la palabra, que luego le retribuyen con la atronadora aprobación que eriza la piel.

Toda esa experiencia es la que cargan las palabras de Cristina en su consejo al presidente en la noche de su asunción.

Alberto sabe que tiene las espaldas cubiertas por Cristina y por la militancia que como una marea constante, recorre las calles en toda la Argentina, y que es el reaseguro para lo que vendrá. Si hacemos una comparación con el gobierno de Néstor, que él integró como Jefe de Gabinete, veremos que no son iguales.

En 2003 cuando llegaron al gobierno luego de la claudicación electoral de Menem, que había ganado las elecciones y renunció a la doble vuelta para quitarle legitimidad a la futura administración, había transcurrido una suerte de colchón de transición de un año y cuatro meses con el interinato de Eduardo Duhalde, que con Remes Lenicov primero y Roberto Lavagna luego, fueron conteniendo con pesificación asimétrica de por medio, una economía implosionada por la convertibilidad de Cavallo.

Con una dirigencia política detestada y partidos demolidos por el desprestigio, no estaba claro quién era oficialismo y quién oposición. Las ansias de salir del tembladeral hicieron que tanto piquetes y cacerolazos se confundían en un abrazo para mostrar sus reclamos e indignación como si fueran lo mismo.

Los productores rurales deambulaban por los bancos y los despachos oficiales para evitar la ejecución de las hipotecas de sus campos y sus bienes.

No se visualizaban soluciones de corto ni de mediano plazo. La chatura y el miedo recorría la sociedad desencantada y todos renegaban de la política.  Los medios de comunicación estaban replegados en sus propios problemas financieros y tenían a pesar de su influencia social, relativo poder de fuego, solo el suficiente  para seguir influyendo en la opinión pública. Paradójicamente y luego del empoderamiento de doce años continuos de gobiernos kirchneristas, donde como si fueran soldaditos de plomo desparramados por el piso, los hombres y mujeres de nuestro país lograron pararse en las veredas, a un lado y otro de una calle que casi no la transita nadie. En una se fueron amuchando los que se apropiaron de la mayor parte de la renta y lograron engordar sus bolsillos por los años de bonanza junto a sus medios de comunicación que fueron enrareciendo el clima social con su mensaje de odio elaborado en otras latitudes sumados a los que fueron cooptados por ese sentimiento dañino del egoísmo que se adueñó de sus corazones hasta hacerlos despreciables. En la otra está la mayoría agredida y vilipendiada a la que se trata de domesticar para que sea esclava de los poderosos, pero que resiste de tal manera que es capaz de originar un sueño nuevo de igualdad y solidaridad para hacer respirable el aire en la patria. Acá estamos hoy ante un nuevo desafío. Parecido al del primer lustro del siglo, pero diferente valga la paradoja, ya que hoy si se sabe en que lugar se para cada uno y que intereses defiende. Alberto tiene la ventaja de que un movimiento ideologizado lo respalda, y sabe quiénes son sus adversarios. Su fuerza radica en las convicciones de un pueblo aleccionado por innumerables luchas y amalgamado detrás de la personalidad de Cristina. Ese será su capital. Es necesario que lo sepa administrar, porque enfrente, ante el menor atisbo de flaqueza, están los que con ayuda de las traiciones, que seguramente existirán, se lo pueden llevar puesto. En Alberto y su entorno están puestas todas las expectativas. El pueblo sólo espera que no lo defraude.

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