Comunicándonos sin comunicarnos NOTAS DE UNA JODIDA MAÑANA EN EL CAFÉ
Buenas intenciones La sabiduría popular y los teóricos del lenguaje y de la comunicación a veces coinciden: dicen, cada uno en su estilo, que el ser humano es como habla o, si se prefiere, que las personas hablamos como lo que somos. Si aplicáramos esa regla a la política local, el panorama sería mucho más que preocupante. En la Villa Gesell de hoy la escalada de agresión verbal y física ha superado ampliamente los parámetros, nunca demasiado elevados, con los que acostumbraban a comunicarse nuestros hombres públicos en los últimos años. No están dando pruebas cotidianas de estar alcanzando la madurez política y económica. Los geselinos pareceríamos estar corriendo desesperadamente detrás del último vagón de un tren donde, en el pasado, habíamos llegado a ocupar un lugar infinitamente mejor. Ha llegado el momento de que todos , cualquiera que sea la forma de entender la vida y la política, empecemos a practicar diariamente para expresarnos no sólo con una gramática correcta y en un estilo por lo menos claro y sencillo, y sin agresiones, sino para alcanzar en paz esos acuerdos mínimos y necesarios que nos permitirán seguir viviendo como una sociedad del siglo XXI.
Perdiendo la paz interior
El
cuello se me hincha, lo cual confirma las peores sospechas sobre mi
temperamento: soy un hombre venal. La cabeza me late como un motor a
válvulas, zumban las sienes y la música en la calle multiplica mi
impaciencia: si "crispación" fue el ánimo mandatario de la política
en temporadas recientes, yo me asumo... crispado. Una obligación
profesional me trae a este bar para escribir una columna sobre el
"punto de impaciencia", el momento exacto en que una falla del
sistema nos hace perder los estribos, y la camarera me informa que
no funciona internet y, entonces, una sucesión de síntomas físicos,
la hinchazón, el latido, el zumbido y una certeza: como dijo el
sabio, la vida no imita el arte sino a la mala televisión. O a las
estadísticas.
La jodida tecnología y la estúpida música Al borde de un ataque de nervios
El estudio se hizo en Inglaterra para la
telefónica Talk Talk, pero sus conclusiones alcanzan a cualquiera
que viva al borde la extenuación, eternamente en tensión entre lo
urgente y lo importante. La conclusión es que, al terminar la
primera década del siglo, el punto de impaciencia general es de 8’
22’’, "exactos", se aclara. A partir de entonces, la pulsión por lo
inmediato disparará el desconsuelo y la frustración, el enojo. Un
intérprete de la modernidad dirá que la culpa es de internet. Desde
acá, el nostálgico de una épica alfonsinista recordará que hace sólo
dos décadas había que aguantar cinco años para que te instalaran el
teléfono.
Estallando, pero lentamente… |
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