La contratapa del director

UNIDAD NO ES UNIFORMIDAD

 

Cada tiempo político debería tener una mirada diferente. Eso sería pragmatismo  o quizás, contemplación. Desde la praxis del viejo militante de “los setenta” cuesta mucho trabajo flexibilizar la mirada, es cierto. Hay quizás, mucho fundamentalismo en esta posición, pero también hubo mucha lucha y muertos para defender un proyecto nacional y popular opuesto, por cierto, a los gobiernos neoliberales de entonces encarnados en las fuerzas armadas, pero dirigidos por los poderes económicos de siempre, esos que hoy no necesitan de las armas porque tienen como brazo ejecutor a los medios hegemónicos, que pacientemente colonizaron las mentes de muchas y muchos argentinas y argentinos y lo siguen haciendo. Está claro que una cosa es estar en el llano y otra en el gobierno. No es sencillo, lo sabemos. Hay muchas presiones y las decisiones que se tomen deben sopesar todas y cada una de ellas para determinar sus consecuencias. Pero, que finalmente tienen que hacer… lo que deben hacer.

Y esto es, nada más ni nada menos que lo que prometieron en campaña. Sostener con hechos lo proclamado desde el discurso ideológico. Perón, que algo de política sabía, cuando la “Revolución Fusiladora” lo derrocó, nombró a Cooke al frente del Partido Justicialista.

Fue una apuesta fuerte y audaz del viejo estratega. Porque se correspondía con un momento de claudicaciones, huidas varias y terrores de cuanto burócrata y adulón formaba parte del movimiento. Y Perón no tenía un pelo de tonto. Por eso se refugió en lo seguro, en lo inclaudicable: en la ideología.

Cooke era un ideólogo. Era un tipo de izquierda. De una izquierda amplia. Que lleva adelante el pacto con Frondizi. Que ve el papel objetivamente revulsivo que tiene la figura de Perón en las masas, no sólo argentinas sino latinoamericanas. Pero, para Cooke, un fascista es un fascista. Y la Política no es el arte de sumar a todos. Es el arte de sumar a  todos los que piensan, al menos, parecido. De lo contrario, lo que se organiza es una mermelada, ese gigante invertebrado que terminó por ser el peronismo durante mucho tiempo. Cooke identifica y dispara contra los enemigos íntimos del partido: los “blandos”, los “dialoguistas”. Pero sobre todo: los “burócratas”. Evita ya había cargado contra ellos: “Burócrata es aquel que usa su cargo para servirse así mismo y no para servir a los demás”. Pero Cooke irá más allá. “De acuerdo”, dirá. “Todo eso es un burócrata; pero además es un traidor. O un traidor en potencia. Porque hoy está acá, pero mañana está allá. Porque no le interesa la ideología, porque ni siquiera tiene ideología. Todo lo que le interesa es conservar su status quo. Su lugar, su poder, su influencia, su guita. Vestido de rojo o vestido de negro. No importa. Lo importante es permanecer”.

Cooke planteaba la necesidad de cerrar filas ideológicas dentro del movimiento. Lo instaba al General a pegar el famoso “giro a la izquierda”. Por un lado, porque sabía perfectamente que cualquier revolución debía hacerse desde dentro del Peronismo. Nunca desde afuera. Porque el proletariado, el pueblo, las masas estaban con Perón. Y era allí donde Cooke encontraba la sustancia, la materia prima de la lucha: “La lucha (armada o no) sólo se legitima cuando hunde sus raíces en el pueblo”. Pero por otro lado, también sabía que ese tipo de movimiento policlasista, “ese choque de intereses y de ideologías contrapuestas, que Perón resolvía bajo su conducción vertical, personalista y pendular” (Galasso, “Peronismo y Liberación Nacional”), más tarde o más temprano acabaría por generar su propio cáncer. Y, acaso, hasta su propia muerte. La fortaleza del movimiento, superior al peronismo, hizo que este pronóstico no se cumpliera. Los militantes y algunos dirigentes esclarecidos, lograron  que sobreviviera a la Triple A, al menemismo,  a la burocracia sindical, a las traiciones. Y cuando ese gigante se debatía entre la vida y la muerte, llegó el kirchnerismo a darle vida nuevamente. A recordarle que era un gran movimiento político, que su construcción debía ser horizontal,  que el debate lo enriquecería y que lo transformaría nuevamente en lo que fue en sus orígenes. Pero hoy,  el kirchnerismo duro, fundacional, debe saber que solo perdurará sí facilita, prioriza, fundamenta, el debate político. Se trata ahora de consolidar el concepto y encontrar las palabras para que este se encarne en sus seguidores y atraiga nuevos... Y que todos sepan donde están y para qué. Que solo encontrarán lugar en la militancia. Y que, aunque detenten algún cargo, por más importante que sea, deberán ser militantes del “movimiento nacional, popular, democrático y feminista”, como lo rebautizó Cristina. Ideología, debate... crecimiento permanente sin claudicar en el concepto... Hoy el presidente es Alberto Fernández, pero no es el “fernandizmo” el que debe tomar decisiones, eso también está claro. Y en esta coyuntura, hay un delicado equilibrio entre el presidente que tiene que ser y el que los poderes mediáticos quieren que sea.

La conductora del proyecto es Cristina, pero, debe ser aún superador, porque el riesgo de la conducción siempre es su caducidad. ¡El riesgo de la conducción es que se termina! Como se terminan las vidas humanas o los tiempos políticos. La ideología, en cambio, perdura. En este sentido, lo que el Kirchnerismo viene pidiendo a gritos hace rato es ser la superación dialéctica del Peronismo. Superar al Peronismo, sí. Pero conservándolo. El “aufheben” de Hegel: superar sin aniquilar; superar conservando. En otras palabras: el Kirchnerismo necesita cerrar filas ideológicas y convertirse definitivamente en el partido de centro izquierda que contenga al Peronismo. De la misma manera que el Peronismo será Kirchnerista o verá cómo se va hundiendo en el olvido.

El  hoy es una oportunidad histórica. El Presidente lo sabe. Y por eso actúa en consecuencia. El desafío es lograr la Unidad y no la uniformidad. La unidad en un proceso que está en construcción permanente. Es el único antídoto contra la derecha. Es la bandera que hay que defender. Sólo resta preguntarse una cosa: los demás, en las provincias, en los distritos ¿también lo harán? Sí no se dan cuenta que una conducción sin ideología política y sin palabras que la comuniquen no tienen futuro, no entendieron que es el Frente de Todos. ..  Y si no lo entienden, todo esfuerzo que se haga, será en vano.

 

 

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