Todo cabe 
				en un orgasmo y 140 caracteres sabiéndolo acomodar
				CUENTITOS PARA EL TWITTER
				
				Inconcluso
				De nada le sirvió estudiar con los mejores alquimistas, siempre 
				se quedó a un paso de transmutar su estupidez en inteligencia.
				
				Lector
				Aprendí a leer muy pronto, por que mi madre, vieja hechicera, me 
				preparaba sopa de fideos de letras, como antídoto contra el 
				analfabetismo.
				
				Muertes
				El desconcierto se apoderó de él. Después de muerto, el gato no 
				sabía cuál de los siete fantasmas era el suyo.
				
				Camino
				El naturalista, olvidó el nombre de las calles, y las reconocía 
				por sus flores y árboles. Su desmemoria, anticipaba su propio 
				paraíso.
				
				Sabiduría
				Antes de que Heráclito de Éfeso dijera su celebérrima frase 
				"nadie puede entrar dos veces a un mismo río", las pirañas del 
				Amazonas ya lo sabían.
				
				Rehojada
				Ya no te quiero, Eduardo.
				- Lo sé — respondí mientras, uno a uno, pegaba los pétalos de la 
				margarita para, un día, intentarlo de nuevo.
				
				Musculoso
				Narciso tenía una vida sexual satisfactoria y plena. Eso había 
				hecho que su brazo derecho desarrollara una fuerza inusitada.
				
				Desfile
				Mientras cruzaban el cementerio, sus cuerpos fueron mutando 
				hasta devenir en otros cadáveres.
				
				Iluso
				Mientras su cuerpo se resquebrajaba entre mis manos, era tarde 
				para sopesar los riesgos de amar a una mujer de barro.
				
				Desazón
				Tras siglos de ser la peor peinada la mitología griega, Medusa 
				lloró al descubrir que aquel encantador de serpientes era ciego.
				
				Final
				La profecía se cumplió. Y tras el sonido de la séptima trompeta, 
				las cucarachas comenzaron su reinado.
				
				Visitante
				Desde que leyó la coincidencia de nombre, apellidos, fecha y 
				lugar de nacimiento, no pasa un solo día sin que visite su 
				propia tumba.
				
				Hijo de puta
				A sus ojos, aquella mujer era una santa.
				
				Práctico
				Un incendio destruyó casi todo en su casa. Solo se salvó el 
				placard de su hermana. Entonces, Juan se hizo travesti.
				
				Circular
				Lloraba. Con su mismo llanto se arrullaba. Dormía. Soñaba. En 
				sus sueños aún lloraba.
				
				Hermanos
				Apenas agotado el último aliento de Abel, Caín cayó sin vida. 
				Nunca imaginó que compartían el corazón.
				
				atcefrep rejum aL
				atenalp orto ne áratse etnemaivbO
				
				Utopía
				Había una vez, hace muchos, pero mucho años un sueño que no 
				terminara nunca, amar.
				
				CORTITOS Y AL PIE DE SIEMPRE
				
				Olvido
				Mis recuerdos desaparecieron como si nunca hubiesen existido, 
				dejando un vacío interior irreparable.
				—¿Por qué? —pregunté hace tiempo, cuando intenté aferrarme a 
				ellos.
				—¿Por qué no? —me contestó el olvido.
				Silencioso e impávido me los fue robando uno a uno.
				
				Acabar
				Sudoroso, sostenía ese cuerpo entre sus manos, se detenía en 
				cada una de sus líneas y al límite de sus fuerzas, intentaba 
				prolongar el placer, retrasando el final del cuento.
				
				Corazón
				Allí estaban, haciendo el amor en forma desenfrenada. Don 
				Germán, con sus setenta y cuatro años, daba vuelta sus ojos y 
				estaba con la boca abierta, jadeando desesperadamente. Soledad, 
				su mujer, joven y de firmes carnes, se sacudía como poseída por 
				el demonio.
				— Sole –dijo el veterano-. El corazón, recuerda. ¡El corazón!
				Pero ella estaba sorda o fingía estarlo; redobló su danza; sus 
				gritos fueron cada vez más fuertes, luego estertores y media 
				horas después, médicos del Hospital Arturo Illía, sacaban un 
				cadáver de la casa de la Avenida 10.
				— ¡Caray, don Germán! - le dijo el Capitán de la policía 
				bonaerense -. Con ésta, ya van siete esposas las que se le 
				mueren. Parecería que usted, en lugar de eyacular esperma, 
				eyacula cianuro.
				
				Esquizos
				Acudí al psiquiatra para tratar mi trastorno de doble 
				personalidad, pero él me aseguró que no tenía ninguna 
				importancia. A la salida nos intercambiamos los teléfonos y 
				ahora quedamos de vez en cuando los cuatro para tomar unas 
				copas.
				
				Volando
				El hombre, como todas las tardes, leía bajo un viejo pino del 
				bosque cercano a la casa de don Carlos, cuando lo que en un 
				principio creyó una mariposa se posó en su libro y le dijo:
				“Mi muy estimado caballero, por amor al amor, ¿qué es esto de 
				pasársela leyendo? ¡No, no, no! Un hombre como usted, guapo, 
				elegante, refinado, aún joven, necesita a su lado una florcita 
				como yo que le alegre la vida. Imagínese perfecto cuerpo entre 
				sus brazos. Sí, ya sé lo que piensa; pero acaso nunca oyó el 
				cuento ése de la princesa y la rana. Esto funciona igual: usted 
				me besa, y, de inmediato, yo me convierto en la mujer de sus 
				sueños. Eso sí, no se piense que soy una perdida: el altar es un 
				paso previo a cualquier situación que vaya más allá de un beso. 
				¡Ah!, no sé usted, pero yo ya puedo imaginarme la fiesta de 
				bodas con centenares de invitados; la luna de miel por la 
				polinesia, París, Germania; y después, nuestro nidito de amor 
				lleno de niños... Pero basta de palabras: ¡vengan a mí de una 
				buena vez esos sensuales labios!”.
				El hombre, en un movimiento de supervivencia disparado desde lo 
				más primitivo de su cerebro, de golpe cerró el libro sobre el 
				hada para retomar inmediatamente la lectura puteando por 
				saltearse las páginas enchastradas.
				
				Florecido
				Ante los ojos del azorado doctor Eduardo Spiner, se develó la 
				causa que mantenía al enfermo al borde de la muerte: la cavidad 
				abdominal estaba convertida en un enorme vivero.
				“Comer tierra, aunque sea de maseta, hace mucho daño”, solía 
				repetir la abuela Pedraza en sus clases de floricultura. Hoy, 
				gracias a sus enseñanzas, las biopsias de tan magníficas 
				orquídeas se trasplantaron exitosamente en el jardín familiar.
				
				Pragmatismo
				En las asambleas que se celebraban en bosques y selvas, 
				desiertos y océanos cundía el desánimo, los animales estaban a 
				punto de dar por perdida la batalla contra el exterminador 
				cuando comenzaron a aterrizar los halcones con las últimas 
				noticias. A la oscura labor de zapa que venían desarrollando 
				ratas, hormigas y cucarachas se acababan de sumar gorriones, 
				perros y palomas. En un instante de lucidez, habían decidido 
				cambiar de bando.
				
				Perfección
				Tras meses de entrenamiento, el aprendiz logró ver al ángel 
				atrapado en el mármol. Tomó el cincel y martilló hasta tener su 
				figura bien definida, a unos milímetros de tocar su carne. Pero 
				la piedra se agrietó. El ángel extendió su alas, se sacudió los 
				guijarros y emprendió el vuelo sin siquiera una sonrisa de 
				agradecimiento.
				–No te preocupes – lo consoló el maestro escultor, a todos se 
				nos escapa el primero.
				
				Plaga
				Presagios de profetas habían anunciado la invasión. Al tiempo 
				que se multiplicaron las predicciones, la angustia fue 
				alimentando el miedo y el miedo nutrió la angustia. Paralizados, 
				al aproximarse el día fijado para la acometida ya sólo quedaba 
				esperar. Hoy, de repente, sin mediar orden alguna, nos hemos 
				puesto en marcha y el augurio revela toda su amarga acepción: 
				nosotros somos la plaga.
				
				Realidad
				La joven vertió sobre el sapo la mezcla de sustancias recién 
				preparada. Ante la extrañeza del grupo, el batracio comenzó a 
				retorcerse, luego, se quedó inmóvil.
				-¿Acaso esperaban que apareciera un príncipe? -dijo el profesor 
				sonriendo-. Sólo se trataba de una práctica de laboratorio más.
				
				Encuentro
				Escuchaba tu llanto como si fuera un murmullo cerca de mi oído. 
				Por eso te busqué a mi lado, pero no había nadie más en la 
				recamara. Salí y te busque en el baño, en la cocina… fue en ese 
				momento que desperté, pero de nuevo no te vi. Te volví a buscar 
				en los mismos lugares dentro de la casa hasta que me di cuenta 
				que tu llanto venía del exterior, así que lo seguí a través del 
				bosque y la fría niebla, seguí caminando siguiendo el sonido de 
				tu llanto hasta llegar ahí donde te encontré. Pero no estabas 
				llorando, solo estabas sentada en la playa, muy cerca al mar, 
				sin hacer ruido o movimiento alguno.
				
				Ida
				Resucitaste de pronto tu sonrisa haciéndola estallar entre mis 
				costillas, mientras me arrinconabas con los restos de un 
				recuerdo. Yo sabía que eran deshechos sin soles ni lunas llenas, 
				pero tu seno me tentó como una fruta colmada de rocío.
				La radio decía no sé qué cosa de no sé qué guerra, puesto que 
				todas las guerras se parecen y uno termina siempre por 
				acostumbrarse a la muerte ajena; incluso a la propia, que nunca 
				importa lo suficiente. Pretendí quitarme el cansancio de los 
				huesos concediéndome la tregua de tu cuerpo.
				En la dulzura de tu espalda bebí un pálido sollozo, algo como el 
				descanso de una escalera. En tu mejilla se entretejía el 
				silencio con la terrible insinuación de un afecto ya pasado que 
				se empecinaba en retomar su historia. Prefería que dedicaras tu 
				boca a mi sexo, como forma de entorpecerte el habla.
				Por un momento miré el rectángulo de vidrio donde tus pececitos 
				de colores paseaban su muda indolencia. Ellos navegaban como 
				submarinos entre paredes transparentes. Pensé en nosotros entre 
				paredes de cemento. Se me ocurrió que el universo era como esas 
				muñecas que habitan una dentro de otra. Lo recuerdo bien porque 
				me pediste que te hiciera un poema de amor y entonces mi espanto 
				fue doble. Adoro los perros que no vienen a olisquearme, los 
				paraguas que logran soportar el viento, las amantes que no 
				necesitan ninguna prótesis para el corazón. Quise llorar porque 
				me sentí triste, como un gato desheredado de sus ojos.
				Anduve de múltiples maneras en tus cavidades, tratando de 
				olvidarme del acento de los relojes. Pretendí disuadirte de tu 
				sueño, de mi pesadilla.
				-Dios me hizo más cercano a las ojeras que al amor -te dije.
				Pero no entendiste nada; seguro que no entendiste porque 
				continuaste insistiendo en que me amabas, en que necesitabas que 
				yo te hiciera confesiones similares. Yo me negué a mentir para 
				masturbarte el alma.
				Cuando te tomé el pulso, latías como de costumbre; pero yo me 
				fui, como si estuvieras muerta.
				
				Justicia
				La noche anterior tuvo un sueño en el que un hombre sacaba un 
				enorme cuchillo de su boca y cortaba una serie de manzanas 
				puestas en hilera sobre una mesa de mármol donde había 
				inscripciones antiquísimas. Antes de llegar a cortar la última, 
				el hombre del cuchillo cayó pesadamente al suelo, muerto, 
				desangrado de múltiples cortes. Las manzanas sobre la mesa 
				lucían enteras, intactas, relucientes, imperturbables.
				Luego de ese sueño se dio cuenta que esperaba lo que ocurriría 
				esa tarde. No le asombró cuando desde el espejo del pesado 
				armario, otro igual a él bajó y fue a sentarse en uno de los 
				sillones, con un gesto descarado y lleno de naturalidad.
				Sin mayores preámbulos y demoras, el recién llegado preguntó si 
				acaso ambos realmente se parecían tanto como para dar lugar a 
				las perpetuas revisaciones de la mañana, el empeño que ponían en 
				las casas de ropa para ocultar cualquier diferencia.
				-Un hombre y su reflejo se parecen tanto entre sí como el dibujo 
				de la lluvia y esa misma lluvia cayendo sobre un dibujo. -fue la 
				contestación.
				La respuesta dio pretexto a que ambos se preguntaran cuán era el 
				lugar que cada uno ocupaba en ese momento. Difícil era saberlo. 
				Coincidieron en que es imposible saber, sólo se puede conversar. 
				La búsqueda de la verdad es un oficio sobrehumano. Cada uno era 
				toda la realidad de la existencia y el contraejemplo de la otra. 
				Ambos pensaban que el mundo es una espantosa multitud de seres 
				en blanco, seres que uno mira para inventarlos y quitarse el 
				horror al vacío. Cada uno sintió haber caído en una inmensa 
				telaraña.
				Las preguntas parecieron más o menos inocentes hasta que el 
				visitante recordó otros relojes, otras promesas. Mostró algo de 
				dudosa estirpe, lo cual agitó con la certeza con que se agita un 
				documento. El otro pensó que se trataba de una broma. La ira de 
				quien había dejado de ser un reflejo hizo su profunda marca 
				sobre uno de los almohadones del sillón.
				-Stultorum infinitus est numeros -dijo el airado visitante, 
				recordando una de las primeras frases que aprendió en latín y 
				que tan bien venía a la ocasión. Fue una provocación, un intento 
				para que la toda calma fuera perdida para siempre. Después se 
				levantó, pretendió avanzar sobre el dueño de la imagen, pero se 
				detuvo. Volvió sobre sus pasos y se internó sobre el espejo que 
				vibró como un lago vertical.
				El suceso pareció concluido, pero el hombre que había tenido un 
				sueño sabía que no era así. Al rato su imagen salió nuevamente 
				del espejo. Esta vez los gestos de su cara tenían una dureza 
				insoportable.
				-Me niego a ser la imagen de algo como vos.
				Después de decir esto, sacó un arma y disparó. El hombre que 
				recibía la bala se alegró de que algo suyo aún tuviera valor 
				para hacer una cosa así.
				Todos pensaron que se trató de un suicidio. Detrás del espejo 
				algo daba enormes carcajadas que ya nadie podía escuchar.