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Fantasmas
Los fantasmas no asustamos a la gente. Somos, por el contrario, amables y hermosos. Pero nadie nos ve.

Técnica
Todos los días me preparo para ser escritor. Salgo por las mañanas, a recorrer librerías y pedir obras que todavía no he escrito.

Pérdida
Cuando te fuiste, se me escurrió tu recuerdo por la bragueta.

Paradoja
Cuando Dante conoció el infierno, ya era muy tarde para escribir la "Divina comedia".

Rehojada
Ya no te quiero, Eduardo.
- Lo sé — respondí mientras, uno a uno, pegaba los pétalos de la margarita para, un día, intentarlo de nuevo.

Recuerdos
Detrás de una ola siempre aparecía otra ola que me hacía recordarte. Ahora que ha pasado el tiempo, sólo te recuerdo con los maremotos

Inspiración
Después del estornudo el escritor leyó en el pañuelo descartable el inicio de una nueva historia; guardándolo como señuelo para su memoria.

Creencias
¿Crees en fantasmas, amor?
Definitivamente no, querida.
Entonces — dijo llorando— lamento que desperdiciaras tu vida. —Y desapareció.

Terquedad
¡Sí existe! - gritaba terco el ciego, pues se consideraba el defensor número uno del amor a primera vista.

De mal en peor
Se colgó del cielo, se colgó después del techo y más tarde del suelo. Ahora escarba para suspenderse, eternamente, en las inmensidades del abismo.

Artista
No era un asesino; sí, un artista. Sólo que su producción consistía en naturalezas muertas

Ordenanzas
Ya no se habilitan los laberintos que no tengan salidas de emergencia señalizadas. El sindicato de Ariadnas ha anunciado movilizaciones.

Vida
Desperté. Y me di cuenta que no había dormido.

Espejo
Se disfrazó de fantasma, se miró en el espejo y no se encontró reflejado

Respuesta
Golpearon la puerta y pregunté quién era. Me dijeron. ¡Yo!. La abrí. Y en efecto, era yo.

Cachavacha
La última bruja, hace placebos de amor y muerte que nadie compra. Lo que no pudo Dios y sus pastores se ha logrado en las farmacias.

Demanda
Todos los días me preparo para ser escritor. Lo primero que hago es visitar las librerías y pedir las obras que todavía no he escrit


Método
Puso un océano y una muralla de años eternos entre ambos. Era la única manera de volver a sus brazos.

Finalmente
Solo cuando Dios entro en el laberinto, perdió todas las dudas sobre su inexistencia

Eternidad
Te quiero así: insustancial y banal.
Vivís el momento.
Por tu piel pasaron muchos cuerpos y omitiste tu pesar y placer
¡Cómodo sillón!

Un ejemplo de brevedad... Intelectual
CORTITOS Y AL PIE

Apocalipsis
Cuando por fin llegó el día del Apocalipsis, me faltaban diez páginas para acabar la novela que estaba leyendo y saber quién era el asesino.
Creo que todo fue muy rápido. Cuando sonaron las trompetas que llamaban a juicio, me faltaban ocho páginas. Cuando reunieron a los elegidos para ascender a los cielos, me faltaban seis páginas. Ya sólo estaba a tres páginas del final cuando precipitaron al infierno a los pecadores. Al llegar a la última página y cerrar el libro, me di cuenta de que todo había sido arrasado.
No sé si me llamaron, la verdad. Seguramente me convocaron para ir a un sitio u otro y no me di cuenta. Y después se olvidaron de mí, con tanto despelote. Ahora me paseo entre las ruinas humeantes, por la tierra hecha cenizas, entre los escombros del mundo, y no puedo evitar la sensación de haberme perdido algo grande por culpa de una novela.
Encima, el asesino era el mayordomo.

Mentiroso
Como envidio a Pinocho. A él solo le crecía la nariz.
A mi, cada vez que miento me crece una parte diferente del cuerpo.
Al principio era divertido. Las mujeres la pasaban bien jugando con mis dos penes, mis múltiples lenguas y mis varios brazos.
Al pasar los días ni siquiera pude moverme. Es imposible coordinar 16 piernas.
Hoy me dieron el alta en Mentirosos Anónimos. Estoy rehabilitado y mi ex esposa, la mujer que me embrujó, prometió quitarme el hechizo al darse cuenta que daño más a la gente cuando le digo la verdad.

Crecimiento
Que me levantara hace un mes con una nariz enorme, a pesar del susto, no me sorprendió; mi vieja siempre me dijo que si decía mentiras me pasaría eso.
Que hace tres semanas, al despertarme, notara mis orejas grandes y puntiagudas, tampoco me tomó de improviso; la tía Adelfa no ha cesado de decirme que si escucho las conversaciones de los mayores me saldrían orejas de gnomo.
Que la semana anterior me despertara con una lengua inmensa, aunque me impresionó bastante, no fue una cosa tan extraña; mi viejo ya me había recomendado no hablar mal de mis amigos.
Hace cinco días, al abrir los ojos, distinguí mis inmensas manos. Sé que no debí robar en el kiosco esos caramelos; el abuelo me ha repetido muchas veces el peligro que corría por apropiarme de cosas ajenas.
Ayer me percaté de una cosa; cuando se hacen cosas indebidas, todo crece de forma desmesurada.
Anoche estuve mucho rato practicando eso que el cura dice que es tan obsceno.

Elecciones
Durante la campaña electoral, uno de los candidatos hechizó al contrario con un encantamiento de confusión, que mezclaba sus palabras y enajenaba su razonamiento. El público no lo notó demasiado, pero en la tele aprovecharon para editar videos cómicos con sus palabras. Para vengarse, un grupo de presión contrató un hechicero para que cambiara de color al candidato enemigo, y cuando éste se tornó negro, lanzó a su vez un eructo de halitosis contra su adversario. Muchos electores, hartos ya, el día de las elecciones encantaron sus boletas antes de meterlas en la urna, para que ganara quien ganase, perdiera.

Nada
Abandonó la ciudad mientras está ardía, y dejó atrás todo: palabras, deseos e historias no escritas. Luego, desde lejos, viendo como se alzaban las llamas, pensó en recrear su temor y su furia, pero las frases se le volvían huidizas y asustadas, y hubo de conformarse con mirar, oír y sentir. Los días pasaban, extrañamente ajenos, y los cuentos seguían sin crecer, como si hubieran sido arrancados desde la raíz. Liberado del juego, superviviente de la locura ajena, sintió que aquellas historias inexistentes formaban un vació denso, y temió que cuando pudiera hablar de nuevo ya nadie quisiera oírle

Recuerdos
Sus ojos... ¡ay, qué ojos! eran como dos bocas. Dos bocas que al parpadear lanzaban besos al aire. Yo solía coleccionarlos en una cajita aquí, en mi pecho, y aún me gusta contemplarlos de vez en cuando

Clásico
La sombra de su padre estaba ahí. Un escalofrío de terror le recorrió la espalda. La palidez de ambos se hizo evidente. La de su padre, de muerte; la de él, de horror.
Cada palabra pronunciada por el espíritu se grabó a fuego en su memoria.
Le habló de inconstante amor, fe ciega, traición... El joven únicamente pudo bajar la cabeza entre sus manos sollozando aterrado.
El canto de un gallo anunció la proximidad del amanecer y la sombra se alejó hacia el acantilado. Quiso seguirla, pero quedó inmóvil. La visión del espectro borró de su vida la niñez; del frío de la muerte surgió el hombre. Hamlet había nacido.

Cristalina
Con la pena en su mirada, la cara empapada de cristalinas gotas saladas, se envolvía con la brisa, en aquella tarde gris, los árboles soplaban sobremanera y sus manos se aferraban a su linda cara...que se reflejaba en el agua de aquella laguna, caían hojas secas... las nubes vagaban, el viento se despertó...y desveló a la laguna.. No... No te rompas imagen, eras... lo único real que me quedaba.

Perfección
Fue un crimen perfecto. Sin testigos ni sangre. Es más, el autor de la trama, ese viejo escritor de novelas policiales, yacía muerto y en su mano, la única pista: una página en blanco.

Hoja
Suspendida de una rama, a veinte metros sobre la plaza, la última hoja del árbol, ya rendida a su condición pasajera — marchitos tegumento y nervaduras—, se mece al viento y se desprende. Va dejando al caer — breve navío del viento—, su delicada huella de luz para nadie. En el suelo, en cambio, la hoja revive en la hojarasca; rueda y sucumbe, acaso, al peso de la mujer que, apenas verla, ha sentido el impulso de pisarla. Entonces, convertida en crujido leve, alcanza el oído atento de la muchacha y se aleja del parque, prendida entre los labios, ya sonrisa que se mece.

Milagros
—Milagros, lo que se dice verdaderos milagros, los que atraían multitudes, eran los que hacíamos nosotros —reflexiona con nostalgia el santito, mientras su nube sobrevuela uno de los grandes estudios de Hollywood—. Pero ahora…
—Sí, tienes razón —contesta el beato que lo acompaña—¡Malditos efectos especiales!

Elecciones
Dos monjes caminaron desorientados en el desierto durante tres días sin agua ni alimento, hasta que uno de ellos echó rodillas en tierra y con los brazos en alto imploró a Dios que les enviara un poco de agua. Segundos después una copiosa lluvia les alivió la sed. Recompensados por su fe, ganaron fuerzas para continuar hasta que el hambre les retorció las entrañas y nuevamente la convincente plegaria hizo que del cielo cayera el maná. Al tercer mes de deambular sin rumbo e implorando milagros de agua y pan, una fiera los atacó y acabó con el sufrimiento.
En los cielos, Dios se cuestiona si el libre albedrío es algo bueno, pues no comprende el porqué simplemente no imploraron regresar al monasterio.

Kuka
Me encantaba aquella perrita.
— ¡Kuka, vení! —, decía yo, y Kuka venía.
Tenía Kuka ese no se sabe qué, ese algo que te miraba a los ojos y te leía el pensamiento.
— ¡Kuka, “sittaun”!—, y Kuka que se sentaba ¡Lo parió, hasta inglés sabía la perra!
¿El diario? Claro que no me traía el diario, pero eso es porque yo dejé de creer en ellos hace años: ya sólo creo en los clásicos y en Los Girasoles. Pero me traía Kuka a los clásicos de la biblioteca, me miraba a los ojos, escudriñaba mi aspecto y ya sabía si debía alcanzarme a Nietzche o a Bukowsky, a Marx o a Quevedo. O a Germán Delgado.
Hasta que un día desconfié de ella, no supe valorar sus aptitudes y la puse una prueba definitiva para conocer el alcance de sus posibilidades.
— ¡Kuka vuela! —, dije con un tono jocoso, como riéndome de ella.
Y Kuka voló, voló tanto y con tantas ganas que salió disparada por la ventana y jamás volví a saber de ella. Mientras ascendía por los aires giró su cuellito y me dedicó una mirada que no olvidaré jamás, una suerte de mirada de despedida con reproche, un “hasta aquí hemos llegado” que desde entonces llevo clavado en centro mismo del espinazo, un algo triste y desolador como una tarde lluviosa de domingo en Villa Gesell.

Lentísimo
Es terrible lo lento que puede llegar a ser todo, cuando se le pega la soledad, el dolor. Te sentís atrapado, obsesionado. El tiempo se alimenta de vos.
Por ejemplo, hace más dos años decidí tirar esa fotografía tuya enmarcada en madera y cristal que estaba sobre el escritorio.
Aún sigo esperando que llegue al suelo.

Encuentros
Estaba triste, se estaba muriendo… El viejo cactus, en un intento desesperado de que le prestaran atención, lanzaba sus pinchitos al aire implorando caridad, y unas gotitas de agua que le devolvieran a la vida que se le escapaba sin remedio…
Sólo la niña quinceañera enamorada supo entenderle, ella también disparaba sus flechas de amor, sin obtener resultados de quien le robaba, sin saberlo, sus sueños y su alegría…
Y cuentan… que en el aire transparente de la límpida tarde, las saetas de ambos se encontraron, y danzaron, uniendo sus ilusiones en una cópula de vida y muerte, y se transmutaron en tierra y verde…, y anidaron en el cementerio de los olvidos permanentes convertidos en un eterno abrazo…
Existen pero no están. Son pero no se ven
Sólo si oyes un susurro de amor que te trae la quietud del viento, sabrás que aún siguen amándose en el mundo inconcebible de las esperanzas compartidas.

Germano
Verónica Festiva se había pasado toda su vida adulta rodeada y penetrada por consoladores, bolas chinas, vibradores, y por todo tipo de ingenios electrónicos, mecánicos y de tracción y aspersión manual. Cuando la prestigiosa marca Penetron Potente lanzó al mercado el nuevo modelo de consolador de la gama "Obelisco XL", construido en titanio, de 28 centímetros de largo por 8,5 de perímetro, se enamoró perdidamente de aquel aparato perfecto, lanzó al reciclaje todos sus aparatos anteriores, le compró un departamento y sentó la cabeza.
Por las noches Verónica preparaba la mesa para dos con su mejor cubertería, las velas de sándalo, los vinos de las mejores añadas, y componía los más exquisitos y afrodisíacos menús.
A su obelisco -al que ella llamaba Germano, lo enfundaba en su elegante traje de terciopelo negro y ella se vestía con sus mejores galas. Eran veladas inolvidables donde el tiempo parecía suspendido. Él siempre animado y seductor, enchufado a la corriente eléctrica, con aquel adorable y provocador zumbido que la hacía estremecer hasta lo más hondo.
Hablando de estremecer... en otra ocasión les contaré el trágico final que tuvieron ambos y del que todavía se habla en toda Villa Gesell. Sólo les diré, que la obsesión de Verónica por bañarse juntos en el jakuzzi que acababa de regalarle a Germano por su segundo aniversario, dejó a la ciudad sin luz durante tres días, hasta que el servicio de mantenimiento de CEVIGE pudo reparar el apagón, que se conoce como “la noche del baño de Germano”.

 

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