La columna de Jorge Fava

CALESITA DEL SAQUEO

 

La Constitución Nacional regula el funcionamiento de los partidos políticos en su artículo 38 y establece que son “instituciones fundamentales del sistema democrático” argentino.

La reforma de 1994 dejó en claro algo que no estaba explicitado en la CN de 1853 atendiendo a terminar de una buena vez con las falsas interpretaciones sobre el rol que les cabe en la construcción y mantenimiento de la democracia, como así en el sistema republicano y federal de gobierno que nos caracteriza como país soberano.

Hace hoy justo noventa años en que comenzó el ciclo perverso de gobiernos militares que imponían los imperialismos de turno, con sus personeros locales, tendiente a obturar cualquier reivindicación popular que se opusiera las políticas injustas de las minorías del privilegio.

Justamente el gobierno yrigoyenista fue derrocado en aquella oportunidad por ser el que lograra arrancarle “al régimen falaz y descreído” como llamaba Don Hipólito a la oligarquía argentina, la posibilidad de que el pueblo se expresara por el voto secreto y obligatorio para elegir libremente el gobierno que lo representara. A partir de allí comenzó una etapa de autodeterminación que molestó de sobremanera a las elites, que en su desesperación decidieron interrumpir el ciclo virtuoso recurriendo al auxilio de los militares para acceder al gobierno del estado con el fin de mantener un "statu quo" al que creían perpetuo y sin posibilidad de que sea modificado.

La construcción de la Unión Cívica Radical como partido político, para que fuera el instrumento de transformación del Movimiento Nacional y Popular que se había expresado muchas veces violentamente con movimientos revolucionarios que fueron minando la resistencia oligárquica hasta arrancarle la ley Sáenz Peña al conservadurismo gobernante, fue fundamental para garantizar el arribo al gobierno en 1916.

Su organización copió las estructuras de la nación establecidas por la Constitución Nacional, para que quedara expresamente en claro su vocación de respeto estricto a las instituciones de la república. Su profesión de fe democrática establecida, se consolidó como “una religión cívica” casi dogmática que obligaba a los afiliados y adherentes a respetar sin tapujos lo postulado en nuestra “carta magna” al punto de identificarse mutuamente como “correligionarios" o ciudadanos que profesan una misma religión.

A partir de aquél entonces las mayorías populares tenían una referencia clara sobre quien los representaba. Las traiciones surgidas en el seno del partido por el entrismo que realizaron las clases oligárquicas, fueron horadando su credibilidad pero no pudieron destruir el andamiaje institucional construido por “El Peludo”, que pese a estar preso en la Isla Martín García por orden de la dictadura uriburista y a ser vituperado, difamado, injuriado públicamente en los diarios de la época, mantuvo su influencia política para ser reconocido en forma tardía y masivamente en sus exequias.

De ahí en más, por las persecuciones, proscripciones o las traiciones de los concurrencistas y antipersonalistas, el partido se fue desbarrancando ideológicamente lo que produjo deserciones desencantadas de dirigentes yrigoyenistas, que como Arturo Jauretche, Homero Manzione (Homero Manzi), Luis Dellepiane etc. y la agrupación F.O.R.J.A  militaron la resistencia a la dictadura desde posiciones intransigentes hacia el régimen de la “Década Infame” que contaba con radicales colaboracionistas en su “entramado para el saqueo nacional".

A pesar de todas esas anomalías la estructura institucional cooptada por esa suerte de bandidaje político, se mantuvo intacta. La irrupción del peronismo descolocó a su dirigencia dado que gran mayoría de sus adherentes pasaron a revistar en las filas del movimiento fundado por el Coronel Perón, los que no lo hicieron fijaron posiciones internas divergentes ante la nueva realidad nacional. 

Las elecciones de 1946 que consagraron a la fórmula Juan Domingo Perón con Hortensio Quijano, un correntino de origen radical, para la presidencia y vicepresidencia de la república, fue un parteaguas interno para la UCR dado que el movimiento de Intransigencia y Renovación consiguió por elecciones internas directas desalojar al unionismo responsable de la alianza llamada Unión Democrática con los conservadores, socialistas y comunistas etc. que enfrentaron, con el asesoramiento del embajador norteamericano y jefe de campaña Spruille Braden a la dupla triunfante, con un binomio integrado por dos radicales José Tamborini -Enrique Mosca. Ese sacudón interno que pretendió volver a las fuentes yrigoyenista adecuando su profesión de fe partidaria en sintonía con sus orígenes, no fue suficiente para re encauzar a un partido que se transformó con Balbín y Frondizi subidos a sus egos, en un encarnizado enemigo del peronismo, al punto de motorizar con muchos de sus dirigentes, el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955, el golpe de estado del 16 de setiembre del mismo año que produjo el derrocamiento de Juan Domingo Perón y la proscripción del peronismo durante los 18 años en que su máximo líder permaneciera en el exilio.

La división del radicalismo en 1957, con el argumento balbinista de oponerse a la candidatura a presidente de Arturo Frondizi "porque no respetaba el compromiso de dirimir esa postulación en elecciones internas directas de los afiliados" tal como lo establecían los postulados de la intransigencia, preservó de la mano del dirigente platense la estructura orgánica que se mantuvo invariable a pesar los golpes militares.

La llegada de Raúl Alfonsín a la Presidencia de la Nación en 1983, luego de elecciones internas en las que arrasó a las estructuras dirigenciales anquilosadas del partido sin embargo marcaron el preludio de la destrucción interna de las estructuras de la UCR, al modificar su Carta Orgánica para que el presidente de la nación fuera a su vez el “presidente nato” del partido, tratando de emular al Justicialismo que contaba una estructura más laxa, adecuada a su construcción, originada desde el poder político de la nación al momento de su fundación.

La necesidad de competir contra el menemismo neoliberal, que se había adueñado del peronismo de la mano de las corporaciones económicas y merced a la traición ideológica descomunal del ex gobernador riojano y sus acólitos, fungió como pretexto para que de la mano de Clarín y Magnetto, el radicalismo confluyera en una alianza con dirigentes improvisados, para encaramar en la máxima magistratura nacional a un dirigente cordobés devenido en porteño y representante de la derecha conservadora partidaria, derrotada por el mismo Alfonsín en 1983. 

El triunfo de Fernando De La Rúa fue lo peor que le pasó al partido fundado para enfrentar a la oligarquía, que con su desastrosa gestión también liquidó las estructuras formales que posibilitaron su vigencia en el tiempo. Su destrucción además contó con la claudicante colaboración de una dirigencia pálida, desabrida y sin vocación militante, que desde la comodidad de sus profesiones liberales prefirieron seguir haciendo negocios personales, antes que dedicarse a trabajar por el bien común.

Aquellos que como Leopoldo Moreau continuaron comprometidos en su lucha por el bienestar de las clases populares, prefirieron emigrar y tal como lo hicieran Jauretche o Manzi en su momento, pasaron a conformar ese nuevo sujeto político llamado kirchnerismo para rescatar una vez más a la patria de las fauces de sus enemigos de adentro y de afuera. Partieron parafraseando al poeta inmortalizado en las letras de los Tangos “Sur" y "Malena", que en su portazo desengañado dijo"...me voy del radicalismo para seguir siendo radical”, y se incorporó al “movimiento de los desarrapados de la patria, los descamisados y los cabecitas negras”; allí en donde verdaderamente latía su corazón plebeyo y apasionado.

Hoy la calesita sigue girando, y subido a un caballito segundón que le impide acercarse a “la sortija del poder", está un partido que fue parte de la historia del país, nacido al calor de las lucha populares, convertido hoy en el estropajo de la oligarquía y asociado al saqueo macrista. De allí no se vuelve más, porque ése el lugar de los desechos inservibles de la patria, que la posteridad tiene reservado para los traidores al pueblo.

 

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