La columna de Jorge Fava

DEFINEN POR PENAL

"Cuando la mentira es la verdad”: Divididos, año 2.000

 

Cuando deambulamos entre las contradicciones que produce esta pesadilla llamada covid19, emergen todas las miserias inherentes a la condición humana que uno presumía la civilización había borrado de la faz de la tierra.

El neoliberalismo está produciendo mutaciones morales en la sociedad globalizada. Una suerte de nihilismo de última generación se ha instalado entre nosotros como si hubiéramos llegado a un final en que la humanidad ha decidido desconocer todas verdades que fueron reveladas por la ciencia para mejorar la salud de la especie.

Sucede que la cultura del “descarte y la exclusión" se impone y es  transportada por las redes sociales y los medios de comunicación.

Todo lo obvio se pone en duda: las vacunas no sirven; los virus no existen; la tierra es plana; la cuarentena para prevenir los contagios es una mentira, la política no sirve.

Nos sobrevuela un clima de desazón y desesperanza como si estuviéramos convencidos que un final irremediable será inminente, donde la solidaridad ha sido anulada por un egoísmo desorbitado que altera los ánimos hasta convertir a sectores de la sociedad en entes desequilibrados que vociferan sandeces, insultos e incongruencias, sobre todo cuando aparece una cámara, un micrófono, o un celular que potencie tanta locura.

Si las clases medias urbanas de nuestro país pudieran mirarse en un espejo gigante, pasaría que se avergonzarían muchos al ver reflejadas y expuestas todas sus miserias, pero otros subidos en el carrusel del “me importa un pito la vida de los demás”, seguirán en sus posturas irreverentes y cínicas que fueron transmitidas por generaciones al ritmo del “no te metas”, tan característico de las inmigraciones europeas que vinieron para “hacerse la América".

Convencidos de las complacencias aparentes de una clase oligárquica que los usa para sus propios intereses, están dispuestos a inmolarse por sus amos que los mandan a desfilar sus odios delante de sus coches de alta gama. Son los bufones de la corte, alegrando los corazones de las clases opulentas que se valieron siempre de esos serviles del poder real, para asegurar sus privilegios de clase.

Aunque invisibilizados, hay otros que han decidido entregar la vida por los demás. En esa columna entran los trabajadores de la salud arriesgando día a día sus propias vidas para salvar, incluso, las de los energúmenos que primero los aplaudieron y que luego los denostaron e insultaron. Pero también la de los innumerables trabajadores esenciales que día a día nos facilitan la vida a los que estamos recluidos en nuestros propios hogares. No sería grato olvidarnos de ninguno de ellos, pero es indispensable dar algunos ejemplos de los que cada día laboran en medio de la pandemia. Desde los repositores y cajeros de supermercados, pasando por empleados y propietarios de comercios varios, farmacéuticos, choferes de micros, camiones, furgones taxistas y remiseros,  hasta los motoqueros y mensajeros que llegan hasta nuestras casas con pedidos varios, ponen en juego sus integridades, tal vez sin darse cuenta del papel importante que cumplen en una sociedad cada día más interdependiente.

También los empleados bancarios que posibilitan el cobro de jubilaciones, sueldos y todo tipo de prestaciones implementadas por el gobierno nacional y popular, para paliar el desastre económico que produjeron las dos pestes que asolaron estas tierras: el macrismo y el coronavirus, que obligaron a que miles de manos solidarias se tendieran en todas las barriadas humildes para alimentar y cuidar a familias enteras, víctimas de la exclusión que la derecha vernácula creó para satisfacer la voracidad de muchos magnates, que hoy reniegan del pago a la “contribución de la riqueza" que el parlamento pretende tratar y aprobar a la brevedad.

Almas desinteresadas, que además son respetuosas de las normas impuestas para tratar de mitigar los contagios que se ha diseminado a lo largo y ancho del país, tal como lo pronosticaron tanto el Ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Gollán, como su segundo, Nicolás Kreplak, cuando dijeron" que si se abría el AMBA" el virus se extendería como una mancha de aceite por el resto de la provincias". Declaraciones que sirvieron para que los dos sanitaristas fueran atacados sin piedad por el ejército mediático que opera para dinamitar el ánimo de una población cansada, aburrida y con miedo del enemigo silencioso.

Acá me detengo para hacer una apreciación pertinente y necesaria para una generación, a la que pertenezco, que soportó el miedo a las desapariciones, las persecuciones y los asesinatos durante la dictadura genocida y que hoy, cuarenta y cuatro años después, estamos encerrados contra nuestra voluntad, por temor a que el enemigo entre y haga estragos en nuestras vidas, pero ahora incluso, encaramado en los afectos que nos son prohibidos por prevención a la enfermedad que hasta ahora se ha llevado veintitrés mil existencias. Es otro monstruo que también destruye vidas e ilusiones, de forma distinta, pero temeraria y cruel como suele ser la muerte.

Es un partido que se está jugando con la “cancha inclinada "como dirían en la tribuna" que hoy está vacía, contaminada de imágenes y sonidos artificiales, para graficar cuando el desempeño del árbitro favorece a uno de los rivales.

Los medios de comunicación en todo el mundo están alineados con los ricos y poderosos. Aún en pandemia, cuando parecía que las cosas podían revertirse como consecuencia de un cambio de actitud ante el desastre, el poder sacó a relucir toda su artillería de barbaridades para domesticar al planeta. Los poderosos del orbe, lejos de tener una actitud comprensiva y solidaria, emprendieron la arremetida final para engordar sus finanzas por el sólo hecho de satisfacer sus deseos enfermos de poder omnímodo, que conlleva la destrucción del medio ambiente y la desaparición de miles de especies.

La malicia del imperio hace trepidar a una región, que como la nuestra, conoció las mieles de la unidad de nuestros pueblos bajo un mismo signo de desarrollo común, pero que hoy llora la devastación de la Amazonia y los bosques tropicales en manos de los sojeros dispuestos a llenar sus bolsillos gracias a los chanchos chinos.

Incendios intencionales son azuzados por grandes productores agropecuarios ansiosos de engordar sus ganados y potenciar sus tierras con agrotóxicos sin importar que su actitud arrase con viviendas y con la salud de miles de familias. La explotación descontrolada de la minería, del litio, de los hidrocarburos, conjuntamente con los intentos de apropiación de las inmensas reservas de agua que corren bajo nuestro suelo, son el sueño dorado de las grandes corporaciones que juegan para el equipo de la maldad planetaria.

Millones de hombres, mujeres y niños son víctimas de la exclusión producida por un sistema que ni siquiera los considera. No existen, son invisibilizados, ninguneados, los medios no los consideran. No muestran sus dolores ni sus desventuras porque "no son atractivos para un público al que no le interesa la vida de los pobres".

Esa concepción materialista y nociva de la vida fue puesta en cuestión por un jugador que entra a la cancha en los últimos minutos del partido, cuando pocos lo esperaban o porque consideraban que debería pertenecer a su equipo, para integrar el equipo de los parias de la tierra. El Papa Francisco dispuesto a dar la pelea final por la vida, decidió que era el momento para plantear que lo más importante es "el prójimo” es el hermano, el que tiene una dignidad que debe respetarse a rajatabla y al que se le debe garantizar el techo, la tierra y el trabajo. Condiciones básicas e irrenunciables por lo que los estados deberán responder para ser respetados y reconocidos por la humanidad como hacedores de un mundo nuevo, donde valga la pena vivir.

La carta Encíclica "Fratelli Tutti" (Hermanos Todos) dirigida a los hombres de buena voluntad, más allá de la religión o creencias que profesen, es la reflexión de un referente moral de la humanidad que está dispuesto a jugar el partido final para tratar de dar vuelta una realidad que nos lleva por el desfiladero que conduce a la destrucción.

Francisco está convencido, como muchos de nosotros, que en esta oportunidad "EL BIEN Y EL MAL DEFINEN POR PENAL". Él patea el último.

 

AUDIO DIVIDIDO "QUE VES"

 
ATRÁS   ADELANTE