La necesaria separación de periodismo y política

NO PAGAS, PEGO
Es necesario reflexionar sobre la virulencia periodística de los últimos tiempos atribuible en la mayoría de los casos a la falta de independencia entre políticos y periodistas.

Junto a quienes son responsables y protagonistas de esos comportamientos, amplificados en emisoras radiales y periódicos más cercanos  a la acción política propagandística que de la información, conviven periodistas conscientes de su trabajo, profesionales y responsables con la información, con los que solo hacen de la actividad un negocio de toma y daca y los ciudadanos.
Algunos periodistas son perjudicados por los vicios de los que hacen de su trabajo una manera de conseguir dinero, sin tener en cuenta la verdadera información ya que por cuestiones económicas, por recibir o no pautas publicitarias, tan solo eso, se cometen varios “sacrilegios”, cuestionados en cualquier manual de ética periodística.
 

  • Maltrato y falta de responsabilidad del derecho a la información del público
  • Tendenciosidad
  • Suplantación de la información por ajustes de cuentas personales o de intereses ajenos a los periodísticos.
  • Confusión entre la labor informativa y la asunción de un rol político (propagandistas y opositores).
  • Emparejamiento y dependencia de políticos y periodistas.
  • Confusión entre los intereses informativos, personales y los empresariales.
  • Falta de humildad.

·         Síndrome Watergate.
 

Muchas veces, cuesta asimilar en algunos medios que el  matrimonio de muchos años con el poder político puede romperse cuando una de las partes decide sincerar posiciones y deja de tener temor. Cuando un gobierno se siente fuerte puede prescindir de ciertas cuestiones y dedicarse solo a  gestionar, respaldado solamente en  el voto popular que le dio dos victorias en poco tiempo, siendo la última vital, ya que fue lograda en un marco difícil para aquellos que aceptaron el reto y se transformaron en candidatos testimoniales, aceptando el desafío de defender un modelo que fue atacado sin piedad por los medios masivos de comunicación que respondieron, mayoritariamente a los dictados del paga todo Francisco de Narváez y sus socios del poder económico.
"Es importante para los periodistas reconocer sus límites. Al final no somos actores, y no debemos aspirar a serlo. Nosotros no somos los responsables de las acciones… La crítica tiene su papel en una democracia, pero nosotros no tenemos el compromiso de conseguir resultados".
Son palabras de
Hugo Young, uno de los columnistas británicos más reputados,

El columnista de la época gloriosa del Sunday Times y luego oráculo del progresismo en The Guardian dice  en su último libro:"Si la separación del periodismo y la política no implica que los periodistas desafíen constantemente la extensión del poder arbitrario, entonces ¿cuál es la razón para no ser un político?".

Está claro que no dice lo que algunos entienden por periodismo: “Es un poder arbitrario que puede usarse indiscriminadamente, montados en mentiras y con ellas desafiamos constantemente al poder político”
Y está bien, en definitiva, lo que hace el gobierno: Los políticos no deben gobernar para y con los medios, sino para los ciudadanos. La mejor política informativa es no mentir e informar con la mayor transparencia posible.
El negocio y la responsabilidad del periodismo está en la información y con los ciudadanos. Es indispensable mantener la independencia y no confundir intereses con información, negocios con opinión o noticias con comunicados.

Como dicen los
Principios del Comitte of Concerned Journalist norteamericano:
1. La primera obligación del periodismo es con la verdad.
2. Su primera lealtad es con los ciudadanos.
Otro de los problemas de los últimos años es la falta de humildad, debido sobre todo al surgimiento de un estrellato periodístico. Algunos informadores –y especialmente columnistas forman parte del espectáculo de la política y de la información.
Pasan a ser actores, siguen un guión determinado y terminan creyendo su personaje.
Políticos y periodistas comparten entonces la tentación de no dar cuentas a nadie y de elaborar sus mensajes en base a mentiras. Un flaco favor a la democracia y al periodismo.

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