María Kodama, Borges, el mar y el amor
EXISTÍA UN AMOR MARAVILLOSO ENTRE NOSOTROS

Kodama estuvo en Villa Gesell. En el Auditorium de la Casa de la Cultura habló de Japón y los haikus. Luego, en el Chalet Histórico, última vivienda de don Carlos, compartió la habitual charla poética de Aníbal Zaldívar, esta vez dedicada a Borges y el mar. Compartimos esa gratificante experiencia y a su término hablamos con María Kodama.

Un clima muy de Borges se logró en esta charla, esa relación que mencionabas de Borges con el mar….

"Sí. Es preciosa esta idea que tienen de hacer estas lecturas. Esta idea a Borges le hubiera fascinado que en este siglo la gente continuara leyendo poemas y que tantos se reúnan para escucharlos…"

El mar puede ser punto de partida o de llegada. Imaginemos un puerto. ¿Para Borges qué era? ¿Llegada o partida?

"Era el infinito. Ni llegada ni partida, era todo… "

Era también el desierto…

"Sí.  El mar no tiene límites. El desierto y la pampa tampoco. Es como si fueran el infinito".

¿Cuándo descubriste al Borges hombre, separándolo  del poeta? ¿O nunca lo hiciste, siempre fue uno solo?

"La primera vez que tuve conocimiento sin saber que era Borges, yo tenía cinco años y tenía una profesora que debía enseñarme inglés y la verdad que no me enseño pero fue fascinante. El sistema que tenía era leerme en inglés y hacerme un resumen de lo que ella estaba leyendo, no cuentos para niños. Y entre esas lecturas me leyó los dos poemas ingleses de Borges. Yo recuero que quedé asombrada porque después me enteré que eran poemas que le había escrito a una mujer de la que había estado enamorado, Beatriz Bibiloni Webster y que en uno de ellos le exprese que “le ofrece su fracaso… y el hambre de su corazón”. Para una criatura eso era raro ¿Qué es el hambre del corazón? Entonces, la profesora me dijo que cuando yo creciera iba a entender eso. Que “el hambre del corazón” era el amor.  Yo me quedé con esa imagen íntima. Y después, como desde chica lo que quería era enseñar, estudiar literatura, escribir, un amigo de mi padre, que era fanático de Borges, le dijo que había una conferencia de ese hombre al que él admiraba y que yo, que  quería estudiar literatura y quería escribir al menos una vez tenía que verlo. Y para mí, verlo, me dio una seguridad increíble, porque yo era muy tímida y no podía hablar delante de tres o cuatro personas y pensaba que nunca iba a poder enseñar y además yo no tenía volumen de voz, no tengo volumen de voz. Entonces pensaba que iba a fracasar en lo que yo quería hacer. Y cuando lo escuché a Borges, ese salón estaba lleno de gente, y ese señor subía para hablar yo pensé que “este señor es más tímido que yo… ¿Cómo va a hablar?” y cuando comenzó, era una voz muy baja y me dije “si este señor puede, yo voy a poder”. Y eso es como que me dio una enorme seguridad. Y después comencé a estudiar con él anglosajón, tenía entonces dieciséis años, después seguimos con el irlandés y luego yo entré a la facultad y la vida fue tejiendo otra historia. Para mí siempre fue como yo le decía a él, como el conejo de Alice in wonderland. Y entonces el me decía: “Pero el conejo estaba siempre furioso” y yo le decía: “No me refiero a eso, si no a ese mundo maravilloso al que el conejo la arrastra y ella queda deslumbrada con esa posibilidad y esa misma metamorfosis que ella misma sufre y por todo lo que ve.  Para mí era eso".

Hablábamos antes de esa nota que Vargas Llosa publicó en El País de España, cuando se encontró con el libro “El viaje en globo” y dice que le permitió asegurar, después de haber leído antes la totalidad de la obra de Borges, que había un después en la misma desde tu aparición. Que a partir de entonces notaba la existencia de pasión, que Borges era otro… Había un Borges antes de Kodama y otro después de Kodama. Que vivía el amor y lo transmitía en sus escritos.

"Supongo que sí…. Porque existía algo muy especial, un amor maravilloso entre nosotros. Y también porque me dedicó todos sus libros después que su madre murió. Antes, a la obra completa se la había dedicado a ella. Las dedicatorias que me hace Borges son hermosísimas y todas tienen claves secretas sobre nuestra relación. ¡Es maravilloso!"

Cuando era adolescente, escuché a Borges en una charla que dio en Junín. Allí hay una calle, Borges, que tiene que ver con su abuelo Francisco, que era militar y había combatido contra los indios. Pude hacerle entonces una pregunta y fue si le temía a la muerte. Y él me dijo que no, que “era el primer representante de una generación de inmortales”. ¿Cuál era la relación de Borges con la muerte? ¿Le temía o la tomaba como algo natural?

"¡Qué divertida su respuesta! En realidad él la tomaba como algo natural. Era una persona inteligente. Decía que cuando llegara ese momento iba a tener la respuesta para todos sus interrogantes. El había sido bautizado, era católico como yo y también era agnóstico como yo. El agnosticismo no significa la negación de Dios,  si no buscarlo, pero con  la única forma  por la que nunca vamos a encontrarlo, que es la razón."

AUDIO COMPLETO ENTREVISTA A MARÍA KODAMA

Fuera de la nota (Pero dentro)

Estos son los dos poemas en inglés a los que se refiere Kodama y su correspondiente traducción (Al pie su traducción)

TWO ENGLISH POEMS 
Por Jorge Luis Borges (1934)
 

I. 
The useless dawn finds me in a deserted streetcorner; I have outlived the night. 
Nights are proud waves: darkblue topheavy waves laden with all hues of deep spoil, laden with things unlikely and desirable. 
Nights have a habit of mysterious gifts and refusals, of things half given away, half withheld, of joys with a dark hemisphere. Nights act that way, I tell you. 
The surge, that night, left me the customary shreds and odd ends: some hated friends to chat with, music for dreams, and the smoking of bitter ashes. The things my hungry heart has no use for. 
The big wave brought you. 
Words, any words, your laughter; and you so lazily and incessantly beautiful. We talked and you have forgotten the words. 
The shattering dawn finds me in a deserted street of my city. 
Your profile turned away, the sounds that go to make your name, the lilt of your laughter: these are the illustrious toys you have left me. 
I turn them over in the dawn, I lose them; I tell them to the few stray dogs and to the few stray stars of the dawn. 
Your dark rich life… 
I must get at you, somehow: I put away those illustrious toys you have left me, I want your hidden look, your real smile –that lonely, mocking smile your mirror knows. 

II. 
What can I hold you with? 
I offer you lean streets, desperate sunsets, the moon of the ragged suburbs. 
I offer you the bitterness of a man who has looked long and long at the lonely moon. 
I offer you my ancestors, my dead men, the ghost that living men have honoured in marble: my father’s father killed in the frontier of Buenos Aires, two bullets through his lungs, bearded and dead, wrapped by his soldiers in the hide of a cow; my mother’s grandfather –just twentyfour- heading a charge of three hundred men in Perú, now ghosts on vanished horses. 
I offer you whatever insight my books may hold, whatever manliness humour my life. 
I offer you the loyalty of a man who has never been loyal. 
I offer her that kernel of myself that I have saved, somehow – the central heart that deals not in words, traffics not with dreams and is untouched by time, by joy, by adversities. 
I offer you the memory of a yellow rose seen at sunset, years before you were born. 
I offer you explanations of yourself, theories about yourself, authentic and surprising news of yourself. 
I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart; I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat. 


DOS POEMAS INGLESES 
Por Jorge Luis Borges (1934) 

I. 
El inútil amanecer me encuentra en una esquina desierta; he sobrevivido a la noche. 
Las noches son olas orgullosas; olas pesadas y oscuras, abrumadas con todos los tintes del despojo, abrumadas con cosas imposibles y deseables. 
Las noches tienen un hábito de regalos misteriosos y de rechazos, de cosas a medio entregar, a medio rehusar, de joyas con un hemisferio oscuro. 
Las noches actúan de esa manera, te lo advierto. 
El oleaje, esa noche, me dejó los acostumbrados retazos y cabos sueltos: algunos odiados amigos para charlar, música para los sueños, y el humear de amargas cenizas. Cosas que no le sirven a mi corazón hambriento. 
La gran ola te trajo. 
Palabras, unas palabras, tu risa; y tú tan indolente, tan incesantemente hermosa. Charlamos y has olvidados las palabras. 
El destrozado amanecer me encuentra en una calle desierta de mi ciudad. 
Tu figura que se aleja, los sonidos que van a formar tu nombre, la cadencia de tu risa: estos son los insignes juguetes que me dejaste. 
Los pongo de cabeza en la madrugada, los pierdo, los recupero; se lo cuento a un puñado de perros vagabundos y a las pocas estrellas extraviadas de la aurora 
Tu oscura y espléndida vida... 

II. 
¿Con qué puedo retenerte? 
Te ofrezco calles descarnadas, crepúsculos desesperados, la luna de rasgados suburbios. 
Te ofrezco la amargura de un hombre que ha mirado larga y lentamente la luna solitaria. 
Te ofrezco mis ancestros, mis muertos, los fantasmas que los vivos han honrado en mármol; el padre de mi padre, caído en la frontera de Buenos Aires, dos balas en los pulmones, barbado y muerto, arropado por sus soldados en el cuero de una vaca; el abuelo de mi madre –apenas veinticuatro años- al frente de una carga de trescientos hombres en el Perú, ahora fantasmas sobre caballos desvanecidos. 
Te ofrezco cualquier hallazgo que puedan guardar mis libros, cualquier hombría, el humor que pueda tener mi vida. 
Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca ha sido leal. 
Te ofrezco ese núcleo de mí mismo que he salvado, de algún modo: ese corazón que no comercia con palabras, que no trafica con sueños, y que no ha sido tocado por el tiempo, por el júbilo, por las adversidades. 
Te ofrezco el recuerdo de una rosa amarilla, contemplada al atardecer, años antes de que tu nacieras. 
Te ofrezco explicaciones de ti misma, teorías acerca de ti misma, auténticas y sorprendentes noticias de ti misma. 
Te puedo dar mi soledad, mi oscuridad, el ansia de mi corazón; Estoy tratando de sobornarte con la incertidumbre, con el peligro, con la derrota. 

Traducción: Antonio Camou
 

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