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Opinión COLGAR EL SAMBENITO Entre los antiguos usos de la Iglesia primitiva y después, durante los tiempos de la Inquisición, a los penitentes que lloraban sus culpas y mostraban arrepentimiento, se les daba una vela de cera y se los arropaba con una especie de saco de lana que, previamente, había sido bendecido por el sacerdote o párroco del lugar. De ahí, que a esa prenda se le llamase saco bendito, denominación que más tarde, derivó en las formas san bendito y, finalmente, sambenito. Este hábito -que, en realidad, era una réplica del saco de penitencia usado por los penitentes de la Iglesia primitiva- consistía en una especie de escapulario de lana amarilla con la cruz de San Andrés, llamas de fuego y otros jeroglíficos estampados en la superficie. Pero, respecto de la etimología de la palabra, hay quienes sostienen que proviene del nombre de San Benito, cuyo significado pasó por designar primero al "escapulario benedictino", luego al "escapulario que se ponía a los condenados por la Inquisición" y finalmente, "signo de infamia". El objetivo de penitencia de este atuendo dio origen al dicho popular cargar o colgar a uno el sambenito, con el que se expresa el acto de echar sobre alguien una culpa que no merece, como cuando decimos comerse un garrón, en alusión a idéntica situación.
Es muy fácil dedicarse hoy a jugar con la honorabilidad de las personas. La trascendencia de las redes sociales y la posibilidad que estas brindan de enmascarase, lo facilita extremadamente. Cualquiera abre un FACE o un Twitter y dice lo que quiere de quien quiere. Lo mismo puede hacerse desde un medio de difusión cuando se tiene la vara de contención muy alta. Lo malo es que ante cuestiones que todavía no están confirmadas y quizás nunca lo estén, ya ni siquiera se usa el potencial, que al menos permitía al lector suponer, precisamente que la información necesitaba ser confirmada. En este contexto, algunos medios y varios periodistas, han decidido atacar virulentamente a distintos funcionarios con el claro objetivo de intentar cerrar ciclos, matar políticamente a dirigentes políticos y funcionarios. La subjetividad es muy clara. Y obviamente, no responde a una cuestión militante, lo que no estaría mal. sí se asume claramente una determinada posición política y no se enmascara autodenominándose independientes. El periodista argentino, Jorge Ricardo Masetti, fundador de la Agencia Prensa Latina dijo que:”somos objetivos, pero no imparciales”. Dicho esto dentro del aporte que significó lo hecho por la revolución cubana a las prácticas contra hegemónicas. Se rompió así con la falsa contradicción objetividad-subjetividad que dominaba y domina los debates académicos. La simple objetividad (imparcialidad) no es posible, porque todo acto humano no se realiza al margen de un conjunto de valores e ideas que se legitiman socialmente, y la mera subjetividad, es solo aplicable a otros relatos no periodísticos, como el literario. El periodismo es objetivo, si entendemos a la objetividad no como neutralidad –la que se ajusta más bien a al idea de imparcialidad – si no como la necesaria remisión a fuentes informativas, es decir a los relatos que intervienen en la interpretación de los hechos. No hay periodismo sin fuentes, como no hay realidad en si, si no relatos posibles sobre recortes de la misma.
Disputa por el poder Si siempre hay toma de partido (parcialidad) en la actividad informativa, hay participación del periodista en la disputa de poder. Entendiendo el poder como el ejercicio de construir verdades validadas socialmente. Siempre, lo quiera o no, lo sepa o no, en una nota de opinión o una pieza informativa, el periodista toma partido, se identifica con uno de los elementos de la ecuación social, económica o política que caracterizan a un determinado escenario informativo. Se trata de comprender que todo proceso periodístico pertenece, ineludiblemente, a la dialéctica de la lucha por el poder, ya sea para construirlo, conservarlo, descontruirlo, o para modificar su naturaleza de clase. Aunque se abstenga de formular opiniones personales, todo periodista está inevitablemente bajo la influencia de valores prevalecientes en el medio ambiente en el que ha crecido o se lo ha educado, de las instrucciones que le da su jefe de redacción y de la política que sigue su editor.
Periodismo y propaganda Los conceptos de propaganda y periodismo se tienen como opuestos. La propaganda se supone utiliza una técnica poco seria y engañosa de la que se sirvieron los peores proyectos totalitarios de nuestra historia para lograr sus fines de comunicación. Contrariamente y más allá de casos aislados, el periodismo se entiende como una práctica relacionada con la “verdad y la libertad”. Pero, el periodismo no es lo opuesto a la propaganda, es una especie particular dentro del género propaganda, que se especifica y se define por una metodología y un conjunto de técnicas propias que lo distinguen del resto de los mensajes que pertenecen al ámbito de la propaganda (la publicidad, el panfleto, etc.). El periodismo es propaganda objetiva, basada en hechos susceptibles de ser constatados y confirmados en su objetualidad y veracidad por las fuentes, sean éstas directas o indirectas, testimoniales o documentales.
Hasta acá, todo bien, pero… En nuestro Distrito, como en las grandes ciudades, hay una tendencia manifiesta de algunos periodistas a transformar los medios en agentes de propaganda o en virulentos generadores de malas noticias que son replicadas viralmente por otros medios enrolados claramente en la vereda de enfrente al gobierno municipal y que responden fundamentalmente a intereses económicos contrapuestos. Los medios no deben ser fiscales. Claro que los hechos son incontrastables pero solo cuando son hechos confirmados. Las versiones, supuestos, trascendidos o cuestiones judiciales en proceso de gestación, no deberían ser tomados como verdades de a puño. Cuando se presentan como verdades, tan solo son mentiras. |
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